Intro
Hace unos años viajé con un amigo por el Norte de la India y recuerdo un monumental atasco saliendo de Delhi en el que, en medio del pandemonium de bocinazos por doquier, calor y contaminación, llegamos con el coche a la altura de un tipo subido encima de un elefante cargado hasta los topes que aguantaba parado a que la fila de vehículos de todo tipo en la que se encontraba se moviera. Sentado encima de su cuello el mahout gobernaba al paquidermo dándole toques en las orejas con un gancho metálico y a mí se me arruinó el día al mirar a esa pobre bestia inmersa en ese medio tan hostil a su naturaleza y la infinita tristeza que traslucía su mirada resignada, derrotada.
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Días después volvimos a ver un grupo de estos animales, en la ciudad rajastaní de Jaipur. Estaba prohibido subir con coches o autobuses hasta la puerta misma del fuerte Amber así que los pacíficos gigantes decorados a la hindú se pasaban el día subiendo y bajando sudorosos turistas encantados de vivir la exótica experiencia.
El rato que estuvimos esperando me dediqué a caminar entre ellos, tocar sus pieles apergaminadas y ancestrales, a acariciarles sus delicadas orejas y a preguntarme si yo también debía subir en uno de ellos. Me daba cuenta de que ello me haría partícipe de su explotación, mi dinero sostendría la cadena que los mantiene esclavizados desde pequeños, pero al menos ello también haría que su dueño cuidara de ellos, aunque sólo fuera por seguir sacándoles provecho. Difícil tesitura.
Al final el sofocante calor reinante y la insistencia de nuestro conductor hicieron que subiéramos en uno de los paquidermos hasta la misma plaza central del magnífico fuerte Amber, pero también que en mi conciencia se grabara otra muesca indeleble, no ya por aquel viaje subidos a su lomo, sino por haber conocido de cerca, aunque fuera un momento, la vida de esos desdichados seres, lo suficiente para empatizar con ellos y su sufrimiento y grabárseme todo en algún profundo lugar de mi mente, donde se refugian las cosas que duelen.
Primera parte. Amenazas para la especie / El terrible phajaan
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Durante este periodo se les priva de comer y dormir y son sometidos mediante castigos físicos y psicológicos para conseguir esclavizarlos para el hombre. En este proceso es frecuente ver a los «mahouts» empleando el «ankus», la herramienta tradicional para entrenar a los elefantes y que consiste en un palo largo con puntas de metal afiladas en su extremo, y que se utiliza para controlar a los elefantes. La simple amenaza de su uso, recuerda a los elefantes el dolor y permite que sean entrenados, lo que hace posible el manejo de los animales. Por supuesto, muchos de los pequeños elefantes mueren en el proceso.
Pasado ese tiempo, el animal obedecerá al escuchar la voz de su amo. Y su precio se habrá multiplicado: hasta 45.000 euros puede valer un elefante domestico en Thailandia. Durante siglos, estos animales fueron símbolo del país. Hoy, explotados por la industria turística dentro o al margen de la ley, se encuentran en peligro de extinción. En este articulo de Brian O'Biren llamado "Como romper el corazón de un elefante", se relata con detalle este terrible proceso.
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La mirada del horror
Este pequeño elefante tiene apenas tres años, la edad perfecta para someterse al phaajaan, un cruel ritual de doma practicado por la tribu karen, del norte de Thailandia.
Adiós, mamá
El pequeño es conducido lejos de su madre, con ayuda de dos elefantes ya crecidos, que hace tiempo atravesaron ese mismo calvario. Cada año cien retoños pierden la vida durante el ritual de doma. Las hembras adultas pueden ser muy agresivas y a menudo son asesinadas.
Elefantes y mazmorras
Tres días sin comida ni bebida. Tres noches sin dormir, inmovilizado y golpeado a cada rato para que no logre conciliar el sueño. Al final obedecerá al hombre, por la cuenta que le trae: conoce el castigo que le espera si no hace caso o comete errores.
Herramientas de trabajo
La imagen muestra a los domadores tratando de encerrar al pequeño paquidermo en su jaula. Muchos de los palos tienen garfios en su extremo para golpear al animal hasta que obedezca. Ellos conocen bien sus puntos débiles: los oídos y la boca.
Magia negra y fuerza bruta
Un chamán participa de todo el proceso. Él es el responsable de aplicar los ritos de magia encargados de doblegar el espíritu del animal. Junto a él, los mahout, como se llaman los domadores de la tribu Karen, se encargan del trabajo físico.
Grita libertad
No importa cuantos decibelios alcance el llanto. Ya nada cambiará el futuro que le espera en circos para turistas o en las calles de las ciudades thailandesas, como gancho para conseguir unas limosnas más generosas. El turismo, sin saberlo, alimenta este negocio cruel.
Artículo de Palani Mohan, publicado el 08/08/04 en el suplemento semanal "Magazine".
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La triste suerte del elefante en Thailandia (video)
Segunda parte. Afortunadamente también existen personas admirables...
Cuando Lek denunció la práctica del cruel phajaan en Thailandia recibió agresiones y amenazas de muerte de personas preocupadas por que su labor pudiera dañar la industria turística del país. Ahora regenta el Parque Natural de los Elefantes, a 56 kilómetros al norte de Chiang Mai, en el norte de Thailandia. Bean-recomendable. Asimismo les dejamos el enlace a la muy recomendable web Turismo Responsable, que informa de qué santuarios de elefantes (y otros animales como cocodrilos, tigres, o tortugas) thailandeses pueden llamarse como tales o son simples sacaperras de turistas.
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Así pues si alguno de los que leen este blog es tan afortunado de poder viajar a alguno de estos países y sienten la curiosidad de conocer más sobre estos magníficos y nobles animales intenten si pueden visitar alguno de estos centros y si ven en alguna parte alguno de ellos siendo manipulado o humillado les rogamos no participen de la rueda de codicia que los esclaviza y destruye su alma salvaje.