sábado, 21 de enero de 2017

Cerebro e Inteligencia (26) Mi hermoso cerebro roto



Una nueva incursión en el apasionante universo de las neurociencias nos lleva a 'My Beautiful Broken Brain', un documental sobre el profundo cambio vital que sufrió la inglesa Lotje Sodderland tras sufrir un infarto cerebral a la edad de 34 años. Una búsqueda de los secretos que encerraba su propia mente que comienza después de que Sodderland sobreviva milagrosamente a un derrame cerebro-vascular que cambia todo su mundo. De ahí en adelante, la película recorre fascinantes explicaciones sobre el cerebro humano, el poder de la mente y la lucha de Lotje por adaptarse a su nuevo estado físico y mental.

Las secuelas más notables que dejó el derrame en Sodderland afectaron sus procesos cognitivos, específicamente en la capacidad de leer y de ver la lógica en las palabras, procesos mentales directamente relacionados con nuestra forma de interpretar el mundo. Un día, Lotje era una mujer sumamente inteligente y activa que trabajaba como productora digital en una agencia creativa y al día siguiente su cerebro había perdido años de conocimiento y experiencia.

Pero en accidentes como este no solamente hay pérdidas. El cerebro es tan poderoso que puede desarrollar otras nuevas habilidades y así compensar las fallas. Aunque Lotje perdió ciertas capacidades, adquirió, literalmente, una nueva y única visión del mundoEn el documental (escrito por Sophie Robinson y dirigido en 2014 por ella misma y la propia Lotje Sodderland), dice varias veces que empezó a ver al mundo como una película de David Lynch, por lo que comenzó a mandarle video-cartas al director de cine, ya que el incidente le arrebató la habilidad de escribir. Y ahora, vía Netflix, Lotje Sodderland nos cuenta cómo aprendió a aceptar las limitaciones que su infarto le dejó así como a fortalecer las nuevas habilidades que con ello adquirió.

Los extraordinarios descubrimientos que surgen de su alterada percepción sensorial ilustran un estupendo film que documenta los altibajos de Sodderland en su recuperación, invitando al espectador a sumergirse en un viaje profundamente personal hacia la enorme complejidad, fragilidad y otras maravillas que encierra la obra magna de la evolución, el cerebro humano.



miércoles, 18 de enero de 2017

Extinción (42) Adiós a la era Obama


El momento, la proclamación del moronic Donald Trump como presidente USA, que tanto tememos se acerca y la era Obama (con la que comenzamos este blog hace 8 años) da ya sus últimos coletazos. El propio Barack Obama ofrecía hace unos días una emocionante despedida de sus incondicionales en el lugar donde todo empezó, Chicago. En su discurso de despedida repasaba su trayectoria, alertaba de las amenazas a la democracia (en la mente de todos un flequillo ridículo) y hacía un alegato por la inmigración, la creatividad y la igualdad de oportunidades.



Como leemos en la web Política Exterior: 'Si el triunfo de Barack Obama fue una enmienda a la totalidad de la presidencia de George W. Bush, la victoria de Donald Trump es la refutación de toda una época. Obama llegó con la promesa de cambio y, a la hora de su partida, deja la sensación de que el suyo ha sido un mandato, más que frustrado, frustrante. Idealista y pragmático a partes iguales, la acción política del 44º presidente de Estados Unidos ha estado marcada por las contradicciones, los éxitos y los fracasos. Con la llegada de Donald Trump su legado está en franco peligro de desmantelamiento'

Efectivamente, la era Obama está compuesta de luces, de acciones honestas y promesas cumplidas pero también de sombras, decepciones y esperanzas rotas. Cogió a su país con una economía al borde de la recesión, inmerso en la mayor crisis económica desde la Gran Depresión y en dos guerras provocadas por Bush Jr. que habían costado cuatro billones de dólares y la vida o la salud a miles de soldados estadounidenses; un país profundamente dividido por las desigualdades económicas y sociales y las mentiras y miserias morales de la doble Administración G.W. Bush.

En estos ocho años de mandato Barack Obama ha vuelto a recuperar la economía estadounidense reformando el sistema financiero y aplicando un ambicioso programa de estímulos económicos, factores ambos que han hecho alcanzar una tasa de paro inferior al 5% (técnicamente pleno empleo). Su ardientemente defendido programa de sanidad pública conocido como ObamaCare ha dado -ahí su crimen- cobertura médica a 20 millones de sus compatriotas (aún quedaron 30 millones fuera) pero Trump ya ha avisado de que intentará desmantelarlo en cuanto alcance el poder. De hecho el Senado ha empezado ya los trámites para ello.

Obama ha dulcificado la imagen de los Estados Unidos en el mundo y sobre todo en Europa, ha intentado impulsar políticas de lucha contra el cambio climático, ha creado la zona protegida más grande del mundo pero también es el presidente que ha conseguido la independencia energética de los Estados Unidos a los lomos del auge del fracking, lo que ha tenido importantes repercusiones medioambientales y indirectamente ha impulsado hacia abajo los precios del petróleo, lo que a su vez ha fomentando su uso y aumentado la contaminación. Lo que ocurre con los Estados unidos es que por su magnitud y su peso en la economía y política mundial cualquier cosa que hagan tiene efectos a nivel planetario.

También aprobó una ley para prohibir la perforación petrolífera en el Ártico durante al menos 5 años, medida recibida con satisfacción por las organizaciones ecologistas pero esta prohibición puede ser anulada por Trump, que ha prometido aumentar las perforaciones off-shore. También ha anunciado que retirará los fondos comprometidos por EEUU para cumplir el Acuerdo de París sobre el clima, decisión que ahora puede tomar sin oposición, gracias al dominio republicano en ambas cámaras.

Ha habido temas en los que no ha podido hacer más por el bloqueo republicano como el cierre de Guantánamo, a pesar de haber firmado en enero de 2009 una orden ejecutiva para hacerlo o la lucha contra la proliferación de las armas de fuego en la sociedad estadounidense, una lacra que parece inevitable seguirá ocasionando miles de muertos cada año gracias a la tóxica labor de la NRA y el Partido Republicano.

En cuanto a la política exterior, la Doctrina Obama ha sido el presidente de la contundencia diplomática y la contención militar. El Commander in Chief que acabó con Bin Laden y retiró la mayoría de tropas estadounidenses de las guerras de Bush, Afganistán e Irak pero que llevado de la real-politik se vio obligado a mantener una presencia de cierto número de soldados y fuerzas de élite en ambos países (requeridas por sus propios gobiernos) que se han visto necesarias para mantener la estabilidad en la lucha contra los taliban, Al-Qaeda y DAESH. 

También quien criticó a Israel y al menos removió la ira de Netanyahu y los colonos, quien impulsó el proceso de normalización de las relaciones diplomáticas con Cuba iniciado a fines de 2014 y logró desactivar el programa nuclear iraní a cambio de suspender las sanciones económicas internacionales sobre el país persa, lo que le ha permitido relanzar su economía. En los últimos días hemos de resaltar la conmutación de la pena restante a la ex-soldado Chelsea Manning, quien en 2010 filtró un número récord de documentos secretos a WikiLeaks y de quien dijo que ha cumplido ya una 'dura' sentencia a prisión.

Hay muchos que reclaman que debería devolver el Nobel de la Paz 2009, un regalo envenenado que nunca pidió y que asumió resignado sabiendo que su cargo no le permitiría ser muy pacífico. Ha sido en sus legislaturas cuando el presidente ha asumido la prerrogativa a ejecutar a cualquier enemigo de América sin necesidad de detenerlo o juzgarlo gracias al auge de los ataques por drones que han actuado sobre Yemen, Somalia, Pakistán, Afganistán etc, una forma de guerra ultramoderna que sigue produciendo lamentables daños colaterales, aunque también ha acabado con miles de objetivos legítimos para un presidente USA, para cualquiera que llegue al cargo. 

Se le ha acusado también de no haber actuado en Siria, de no haberlo hecho ni siquiera cuando el régimen sirio traspasó la línea roja que él mismo había marcado en 2012, la del ataque con armas químicas contra su propia población. Esto ocurrió de forma plenamente documentada cuando en agosto de 2013 las fuerzas de al-Assad usaron gas sarín en Ghouta -a las afueras de Damasco-, zona controlada por los rebeldes, causando la muerte de casi 1.500 civiles incluyendo más de 400 niños. Pero tras lo que parecieron preparativos de de ataques aéreos en forma inminente contra el gobierno sirio, Washington aceptó un acuerdo in extremis mediado por Moscú a través del cual Siria enviaba sus armas químicas a Rusia, país que junto a China ha bloqueado todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU contra Siria desde el principio de la guerra.

Los críticos afirman que esa decisión encorajinó al criminal régimen sirio y alentó a Rusia a apoyarlo decididamente, comenzando a lanzar sus propios ataques aéreos en apoyo al gobierno sirio, aumentando las tensiones entre Moscú y Washington y la apuesta de Putin sobre su aliado sirio, país en el que mantiene la base naval de Tartus y bases aéreas en Latakia. Pero esto hubiera terminado ocurriendo igual pues el curso de la guerra habría obligado igual a los rusos a intervenir decididamente al lado de al-Assad. 

Además, ¿qué hubiera significado haber intervenido en Siria? ¿haber desplegado tropas terrestres USA en el terreno? Eso sí hubiera sido un error descomunal, hacer otro Iraq en Siria, una posibilidad que habrá escalofriado a cualquier responsable militar norteamericano, ante la cual los ataques aéreos de la coalición internacional sobre objetivos de Al-Qaeda y el DAESH que llevan tiempo sucediéndose y minando su poder en el norte de Siria y Iraq se antojan razonables en un contexto bélico y geoestratégico altamente complejo y volátil. 

Ahora Rusia e Irán (con el inestimable apoyo de Hezbollah y otras milicias chiíes) llevan la iniciativa militar y su apoyo al régimen sirio se ha tornado decisivo para devolver a al-Assad el control de la mayor parte de la Siria útil. Pero aún queda mucha guerra y muchas cosas pueden ocurrir, aunque eso es tema de otro post que esperamos publicar en breve. 

Llega Trump: ¿Y ahora?

Con su salida de la Casa Blanca y la llegada de Trump se abre una época de incertidumbres y pocas certezas, aunque ya con los nombramientos de los que van a conformar el más alto nivel de su Administración, llena de militares empresarios multimillonarios (la fortuna de todos ronda los 35000 millones $) y otros ultra-conservadores se puede adivinar el retroceso a todos los niveles que puede sufrir con su gobernanza el aún hegemón mundial. E insistimos, su mala influencia la sufrirá también el mundo.

El Obamacare, Siria, Ucrania, el medioambiente, Rusia, el cambio climático, Cuba, México, Irán, Israel y Palestina, su machismo recalcitrante, su polémica relación con la prensa etc son temas en los que Trump puede liarla y muy probablemente lo haga. Él y su Gabinete representan a la derecha política más reaccionaria y al poder económico desmesurado, es la cara del fascismo en América y su triunfo el reflejo del descontento de los prejuiciosos y haters pero también representan la venganza de la clase media perjudicada por la globalización o idiotizada por la Fox y la religión. Porque parece claro que Estados Unidos está ahora más dividido que nunca y según vayan surgiendo las polémicas, los enfrentamientos y la previsible resistencia de la sociedad civil la brecha entre una y otra parte se va a seguir ahondando.

Pero es que no es solo Trump, son Theresa May, Vladimir Putin, Erdogan, Rodrigo Duterte, Bashar al-Assad, Abdelfatah Al-Sisi, Xi Jinping, Viktor Orban, Marine LePen, Benjamin Netanyahu y otros tiranuelos que medran por todo el mundo, es el cambio climático que no cesa ni cesará y va a poner el mundo patas arribas. Nos esperan tiempos muy difíciles. Lo que va a empezar a ocurrir este viernes no lo hemos visto nunca. Ni con George W. Bush, otro producto de lo peor de esa América que proclaman y que sin embargo también le ha criticado, síntoma de las dificultades del neoyorquino para lograr el apoyo de los líderes del partido. El contraste entre uno y otro presidente va a ser brutal y así empezaremos a valorar al que se va. Adiós Barack Obama (y Michelle , otra crack), os vamos a echar de menos. 



P.D. Les dejamos con 'Obama out', la visión que En Portada (un clásico en este blog) nos ofrece de la extinción de la era Obama. Si quieren profundizar en su legado les recomendamos este Especial de la Revista de Política Exterior, una antología de 25 artículos que repasan sus ochos años en la Casa Blanca.

En Portada - Obama out

       
        Obama Out

lunes, 9 de enero de 2017

Corrupción y Fraude (31) Yak-42, catorce años de mentiras de Estado

Yak-42, trece años de mentiras de Estado

El periodista aragonés Ramón J. Campo, que siguió durante años junto a las víctimas y sobre el terreno la tragedia del avión fletado por Defensa, reconstruye el relato de los hechos que incriminan a Federico Trillo y al Gobierno del PP


Francisco Cardona y su esposa, Amparo Gil, salieron la tarde del 25 de mayo de 2003 desde Alboraya (Valencia) hacia la Base de Zaragoza para recoger a su hijo, el sargento Francisco Cardona Gil, que venía desde Manás (Kirguizistán), después de haber trabajado dos meses como mecánico de los aviones Hércules que participaban en la operación Libertad Duradera. Cuando estaban a mitad de camino, a las 18.30, recibieron una llamada al móvil. Amparo habló con su hijo, aunque nunca sospechó que sería la última vez: “No sé lo que pasa, pero saldremos con retraso. Embarcamos a las doce de la noche que son las ocho de la tarde en España. Ya nos veremos cuando llegue a Zaragoza. No os llamaré más”. Nunca lo pudo hacer.

Zaragoza era el lugar de destino del avión Yakovlev-42D matrícula UR-42352 que había despegado a las 20.00 del viernes desde Kabul, la capital de Afganistán. A bordo iban 53 militares españoles que habían concluido su misión en la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad de Afganistán (ISAF). El Yak-42 debía hacer escala en Kirguizistán para recoger a nueve integrantes del Ala 31, integrados en el destacamento Géminis, y desde allí volar a Zaragoza tras hacer una parada para repostar combustible en Trabzon (Turquía).

Amparo Gil se despidió de Francisco, y el matrimonio siguió su rumbo hacia la capital aragonesa. Ellos fueron los únicos padres que durmieron esa noche en la instalación militar, donde ya habían estado dos meses antes, el 13 de abril, “Domingo de Ramos”, recuerda el padre, para despedirlo, junto a su novia, al partir a una nueva misión en Afganistán. “Él ya había ido a Manás hacía un año, pero hizo el viaje de ida y vuelta en un Hércules. Esta vez se marchó en uno ruso, pero no sé si fue un Ilyushin, un Yakovlev o un Tupolev”, recuerda Francisco Cardona.

A las 7.00, la pareja se despertó en el segundo piso del pabellón, y después de asearse, bajaron a desayunar a la cafetería porque habían quedado con un amigo de su hijo para ir a buscarlo. Un camarero y un sargento eran las únicas personas que había en el bar. Ambos susurraron un comentario que despertó las sospechas del padre: “Venía el valenciano que hacía paellas”, dijeron. Francisco les interrumpió para inquirirles si sabían cuando llegaba el avión de Afganistán. “Creo que hablan de mi hijo”, les dijo. “No sabemos nada”, le contestaron. Pero el sargento y el camarero ya conocían la tragedia.

Al ir a pagar la consumición, Francisco se giró hacia la televisión encendida, que ya daba la noticia a las 7.20, con un gráfico de situación de la zona del siniestro. “Un avión con 62 militares españoles se ha estrellado en Turquía y no hay supervivientes”. “Lo primero que pensé es que era otro avión porque yo desconocía que hacía escala en Turquía”, explica el padre. “Llamé enseguida a su amigo para ver si él sabía algo y me dijo que iba a buscarnos con el coronel. Entonces, pensé lo peor”. Se encontraron en el vestíbulo del pabellón y allí, sin más preámbulo, el coronel Manuel Mestre, jefe del Ala 31, les dijo de sopetón: “Lo siento mucho. Traigo malas noticias. Su hijo ha fallecido en un accidente”.

Ambos rompieron a llorar y el padre desató su furia y dolor contra todo lo que encontró por medio: “Empecé a dar patadas a los sofás, a gritar desesperado... Sentí rabia, impotencia...”, recuerda. Así pasaron casi dos horas. Solos en la Base, con el único consuelo de los compañeros del sargento Cardona que se acercaban a darles el pésame. Llamaron a su hijo Ignacio, otro militar que trabaja en Madrid, como cocinero del Jefe de Estado Mayor de la Armada, y a varios amigos de Alboraya para darles la mala noticia. Hasta las 9.30 no vieron llegar a otras familias de los militares del Yak, que iniciaron un triste cortejo para confirmar de forma oficial que los suyos estaban en la lista de pasajeros muertos.

Con esta escena empecé mi libro ‘Yak-42, honor y verdad. Crónica de una catástrofe’ (Península, 2004), un intento de describir la peor tragedia de la historia del Ejército español en tiempos de paz, quizá la mayor vergüenza de los 35 años de democracia y uno de los episodios más siniestros de mentiras y manipulaciones cometido por el Gobierno del PP.

La mitad de los 62 militares españoles muertos no fueron identificados por el Gobierno de José Maria Aznar, que se apresuró a entregar los cuerpos por miedo al escándalo a los dos días del accidente, el 28 de mayo, después de un funeral tétrico en la Base de Torrejón, que retransmitió TVE con los micrófonos tapados para que no se escucharan los gritos de protesta de las familias ante los políticos que asistieron. También estuvieron los Reyes Juan Carlos y Sofía, que reconocieron más tarde que fue el acto más duro en sus años de reinado.

Una asociación ejemplar

La mayoría de familiares de las víctimas no eran militares como los fallecidos, y muchos se rebelaron contra la injusticia desde el mismo 26 de mayo de 2003. Intercambiaron sus teléfonos en el mismo funeral, y Alfonso Agulló (hermano de un fallecido) repartió octavillas. Poco después, el 14 de junio, en una reunión celebrada en Zaragoza, decidieron formar una asociación. Desde entonces, han batallado con sus armas (ayudados por un despacho jurídico dirigido por Leopoldo Gay, junto a la letrada turca Belkis Baysal), contra el ministerio de Defensa en busca de la verdad. Y finalmente, vencieron. La asociación ha sido un ejemplo decisivo para evitar que la Administración pueda volver a realizar sin ningún tipo de vigilancia la contratación de aviones baratos --rusos y ucranianos, sobre todo--. El despliegue y transporte de tropas en Afganistán, a 6.000 kilómetros de distancia, se hizo sin controlar previamente la seguridad de los aviones, pese a que aquella fue la operación logística más importante del Ejército español en misiones internacionales.

A los pocos días del accidente, el ministro de Defensa, Federico Trillo, suprimió los contratos de los aviones rusos y ucranianos a través de la agencia Namsa de la OTAN invocando la “alarma social” generada, a pesar de la posición del ministerio, que defendía que eran unas aeronaves muy seguras e insistía en que la causa del siniestro pudo ser meteorológica. Poco más tarde, Trillo tuvo que asumir que el ministerio había recibido doce quejas previas, realizadas por militares españoles, sobre la seguridad de estos aviones; la investigación demostró que los pilotos del aparato de bajo coste no conocían el aeropuerto de Trabzon (Turquía); que tenían restos de alcohol en la sangre, que giraron hacia el monte Pilav --un viraje prohibido en cualquier plan de vuelo: “Precaución. No está autorizado a realizar maniobras de aproximación al sur del aeropuerto”, decía la carta aeronáutica--, y que habían superado las 22 horas de viaje, por encima del tiempo legal.

De los 62 fallecidos, 21 eran componentes de unidades del Ejército del Aire de Zaragoza (nueve del Ala 31 y doce del Escuadrón de Apoyo al despliegue aéreo). Además, otros cinco militares del Ejército de Tierra habían nacido en Aragón. Yo era --todavía soy-- periodista del Heraldo de Aragón. Así que me tocó la mitad de la tragedia en nuestra propia casa. Al llegar a la redacción aquella mañana, un trabajador del departamento de administración me preguntó si conocíamos el listado de los fallecidos porque el marido de una compañera podía estar entre ellos. Así era, el brigada José Manuel Pazos Vidal era uno de los fallecidos. Fue una puñalada. El militar había pasado ocho años en misiones durante la guerra de Bosnia-Herzegovina apoyando a los F-18 que vigilaban el espacio aéreo de la ONU y la OTAN. Su viuda, que tenía dos hijos, me contó la última conversación con su marido, y fue el preludio de la avalancha de información: “Me ha dicho que volvían en un avión ruso, como esos a los que se les abren las puertas. Y le dije que se agarrara bien el cinturón”.

Ese fue nuestro primer titular del día siguiente. Tres semanas antes del accidente, un Ilyushin 76 de fabricación soviética (uno de los modelos elegidos por el Gobierno español junto al Yakovlev-42 y el Tupolev-154 para trasladar a las tropas españolas a Afganistán) sufrió un accidente en el Congo al abrirse en pleno vuelo la puerta trasera y perder a decenas de pasajeros.

Encuentros secretos

Estas denuncias de los militares, y la noticia de que la caja negra estaba averiada, se fueron desvelando en los primeros días entre Heraldo de Aragón y El País. Pero en el ministerio de Defensa sabían que lo peor estaba por llegar. El teniente coronel Javier Marino González, miembro del CISET (Centro de Inteligencia y Seguridad del Ejército del Aire) había advertido un mes antes del accidente mortal del peligro de utilizar estos aviones. “Se están corriendo altos riesgos al transportar personal en aviones de carga fletados en países de la antigua URSS: su mantenimiento es, como mínimo, muy dudoso”.

Los encuentros con los militares se producían a escondidas y en lugares secretos porque teníamos la sensación (que fue real) de que estábamos siendo seguidos. Las citas eran como la película El tercer hombre. Ya en esos primeros días supimos que Defensa había trasladado 30 muertos sin identificar. Pero no podíamos contar la información. Hoy se puede contar que hubo muchos compañeros de los fallecidos que se jugaron su trabajo en esos encuentros cinematográficos, compartiendo la información con nosotros y con las familias de los fallecidos. Una orden remitida por el Jefe de Estado Mayor del Aire, Eduardo González-Gallarza, a todas las unidades, prohibía a los militares no autorizados hacer declaraciones sobre el accidente del Yak-42. “Como descubra al que os está contando todo lo vais a tener que poner de portero en el Heraldo”, me advirtió un día el coronel Mestre, del Ala 31. ¿Pero es verdad o mentira lo que publicamos?, le pregunté. “Lo malo es que casi todo es verdad”, reconoció.

Viaje a Trabzon

Francisco Cardona convenció al equipo de fútbol de Villarreal para que le llevaran a Trabzon (Turquía), donde les había tocado jugar una eliminatoria de la UEFA contra el Trabzonsport, en octubre de 2003. Varios familiares levantinos viajaron en ese mismo vuelo y, pocas horas depués de aterrizar, entendieron que los turcos podían ser su solución. Los periodistas estaban más interesados en los familiares de los militares muertos que en los futbolistas. Un imán de la ciudad turca les entregó varias chapas identificativas de las víctimas, que según Defensa, habían servido para identificar a los 62 militares en un tiempo récord de un día y medio.

Así nació la sospecha sobre la gran mentira urdida por el ministro de Defensa, Federico Trillo con su gabinete, y que acabarían pagando, a finales de 2009, el general Vicente Navarro, jefe del equipo médico español, (la “cabeza de turco”, como lo calificó su familia en la esquela que se publicó al morir después del juicio), condenado por la Audiencia Nacional por falsedad documental, y los comandantes médicos José Ramón Ramírez y Miguel Ángel Sáez, que fueron indultados por el Gobierno del PP en 2012.

La visita de la abogada turca

Seis años antes de llegar a aquella vista oral, las familias recibieron en un hotel de Madrid en diciembre de 2003 a la abogada turca Belkis Baysal, que iba a explicarles la posibilidad de plantear un pleito en Turquía. Baysal se dio cuenta de que las madres de los fallecidos tenían la inquietud de si les habían dado a sus muertos o no. La abogada me contó a la salida de esa reunión que volvía a su país con el corazón en un puño. Su único objetivo era lograr que la Fiscalía le facilitara la información de los trabajos realizados por los forenses turcos y el equipo médico español. El 13 de diciembre de 2003, unos 300 familiares se manifestaron por las calles de Madrid pidiendo que Defensa diera explicaciones. El cartel que portaban decía: “Volvemos en una tartana”. Entonces no tuvieron ni apoyo mediático. Estaban solos, y las velas que encendieron esa noche junto a las verjas del Ministerio de Defensa fueron retiradas por la policía en cinco minutos.

El Gobierno de José María Aznar estaba a punto de lograr su objetivo: que no se supiera nada de la tragedia antes de las elecciones del 14 de marzo. A finales de febrero recibí una llamada de un portavoz de las familias para mantener una reunión de urgencia en Madrid. Había regresado la letrada Belkis Baysal con un acta judicial de la Fiscalía de Macka. Propuse que el encuentro fuera en una cafetería de la estación de Atocha; me dijeron que era un buen lugar para no ser escuchados. Éramos conscientes de que nuestras conversaciones telefónicas estaban pinchadas por los servicios secretos (el ruido era bastante notorio) y hasta los saludábamos al final. Creíamos que estábamos muy cerca del final, aquel 28 de febrero de 2004.

El encuentro en Atocha, vigilado

Nos sentamos en la cafetería de Atocha, al lado del jardín, con tres familiares de la Asociación, Miguel González, un colega de El País, y una traductora turca. Cuando iba a comenzar la lectura del documento judicial de Turquía pude ver cómo un fotógrafo nos inmortalizaba desde las escaleras del AVE. No sabían lo que decíamos, o quizá sí, pero sí quiénes estábamos reunidos.

Uno por uno, la intérprete leyó que dos generales españoles (Vicente Navarro y José Antonio Beltrán) firmaron un documento oficial con los forenses turcos en el que asumían que se llevaban 30 cadáveres que no estaban identificados. Estaban carbonizados o llevaban anillos (cinco de ellos) y ni se detuvieron a reconocerlos. La traductora tuvo que detenerse varias veces por la dureza del documento.

Llegamos a un acuerdo: lo primero, por respeto y dignidad, era comunicárselo a todos los familiares de las víctimas. Al día siguiente, el 2 de marzo, publicaríamos la información junto a la versión del general Vicente Navarro. Empecé a mandar SMS a mi compañera Pilar Estopiñá para decirle que nuestra sospecha, desde el mismo 26 de mayo de 2003, se confirmaba, por desgracia, punto por punto. Lo triste era que el brigada Pazos, el marido de nuestra compañera de administración, estaba entre los no identificados, aunque llevaba su anillo de boda. Tampoco habían reconocido a Francisco Cardona y lo intercambiaron por otro fallecido...

Las cartas de Defensa

La reacción del ministerio de Defensa fue el envío de cinco cartas firmadas por el secretario general de Política de Defensa, Javier Jiménez Ugarte, a las familias. En ellas se nos acusaba de hacer “una campaña sensacionalista” y lo negaban todo. “El Gobierno lamenta profundamente que un asunto tan doloroso y delicado sea objeto de un tratamiento tan escasamente riguroso y tan poco respetuoso con la memoria e intimidad de los afectados”, dijo el Gobierno en una nota de prensa. Acusaron a la abogada turca por haber obtenido el acta, que “formaba parte de un sumario calificado de secreto por la Fiscalía de Macka”. Cuaquier cosa menos asumir los 30 palmarios errores en las identificaciones de los cadáveres, que acabarían siendo confirmadas por los forenses de Turquía gracias a la pruebas de ADN que guardaron de los fallecidos y a las que hicieron a sus familiares en mayo de 2004.

Para entonces, el Gobierno de Aznar --ahora Rajoy-- y Trillo había perdido las elecciones ante el PSOE. España había vivido el peor atentado de su historia, el del 11-M, donde se aplicó la misma política de la mentira oficial; en este caso, sobre la autoría del mismo. Sin embargo, en la identificación de los 192 fallecidos ese día, los forenses civiles advirtieron de que no iban a repetirse los errores cometidos en el accidente del Yak.

El 31 de mayo de 2005, T5 emitió el documental Yak-42, producido por Iberrota Films, en el que colaboré, tras presentar el libro en Madrid. El documental dirigido por Tania Estévez consiguió una audiencia del 30%. Desde entonces nunca más se ha vuelto a ver. Está metido en un cajón. La ministra Dolores Cospedal recibirá el martes 10 de enero a las familias del Yak, después de que un dictamen del Consejo de Estado haya establecido que el ministerio de Defensa no fue diligente en la protección de sus militares, y que el accidente hubiera sido evitable. Es una gran oportunidad para que el Gobierno del PP reconozca, trece años después: “Yak-42, honor y verdad”.

Ramón J. Campo (@RamJCampo) es autor del documental Juego de Espías y de los libros Canfranc. El oro y los nazis (Mira Editores, 2012), La estación espía (Península, 2006), Yak-42, honor y verdad (Península, 2004) y El oro de Canfranc (Biblioteca aragonesa de cultura, 2002).