Ya piden los norteamericanos penas de cárcel para los directivos de Volkswagen. Tiene sentido. El fraude a clientes, gobiernos y empresas, su gran mentira medioambiental, deberá tener consecuencias más allá de las que le tocará pagar a los trabajadores por las pérdidas que la compañía ya ha empezado a sufrir. Dice el nuevo presidente en Alemania que los 4.200 millones de inversiones previstas para España no se van a ver afectados. Permítanme que lo dude. Es tal el latigazo a la marca que parece difícil pensar que pueda haber parte alguna de la corporación que no se vaya a ver tocada, mutilada o recortada. Por eso sería bueno que cuando se consiga ir centrando el tiro y encontrando responsabilidades haya gente con capacidad de gestión y decisión que tenga que pasarse un tiempo purgando de manera ejemplar.
Volkswagen y su estafa es un ejemplo palmario del tiempo de impostura que nos toca vivir. Estamos rodeados: el jefe del gran banco que sale a bolsa, a cuyo cargo estuvo la vigilancia de la estabilidad financiera mundial, se va desvelando como un comisionista de altos vuelos; el gran deportista que emociona a las masas, se va desvelando como un defraudador que en sentido estricto elude su compromiso con la sociedad que le aclama; el padre de familia ejemplar con cinco hijos a su cargo y una apacible vida en el campo francés, se va desvelando como un tipo que fue capaz de violar y asesinar a una adolescente en una noche de copas y sangre. Hay mentiras en el barrio, en el banco, en el coche, en el fútbol…¿qué más nos queda?
Más impostura en lo público. Mienten con la historia los que necesitan inventarse una nación y para ello fabrican un enemigo y falsean un pasado con el que consiguen votos y trascendencia. Mienten con sus formas, o mintieron antes, quienes a poco de otra cita electoral, tienden la mano al ciudadano y se juntan con la gente y bailan y dicen que hay salir a esa calle que en años sólo vieron desde el coche oficial, e inauguran e invierten lo que en cuatro años no les ocupó ni una mala tarde (en sólo dos meses, recordaba ayer este diario, se han licitado 24 veces más carreteras que en el último quinquenio). Nos engañan con el IVA, que trata mejor la cultura del porno que la que hace crecer a nuestros hijos; y me malicio que me engañan en los precios, y en las facturas, y en las estadísticas…tanto es lo malo conocido que, como cualquiera de ustedes, no puedo evitar la sospecha de que es peor lo por conocer porque lo que sabemos es sólo una mínima parte de lo que nos hurtan (en sentido literal, también).
Más impostura en lo público. Mienten con la historia los que necesitan inventarse una nación y para ello fabrican un enemigo y falsean un pasado con el que consiguen votos y trascendencia. Mienten con sus formas, o mintieron antes, quienes a poco de otra cita electoral, tienden la mano al ciudadano y se juntan con la gente y bailan y dicen que hay salir a esa calle que en años sólo vieron desde el coche oficial, e inauguran e invierten lo que en cuatro años no les ocupó ni una mala tarde (en sólo dos meses, recordaba ayer este diario, se han licitado 24 veces más carreteras que en el último quinquenio). Nos engañan con el IVA, que trata mejor la cultura del porno que la que hace crecer a nuestros hijos; y me malicio que me engañan en los precios, y en las facturas, y en las estadísticas…tanto es lo malo conocido que, como cualquiera de ustedes, no puedo evitar la sospecha de que es peor lo por conocer porque lo que sabemos es sólo una mínima parte de lo que nos hurtan (en sentido literal, también).
Tengo la impresión de que lo único real, preciso y justo que hemos vivido esta semana de impostura ha sido la muerte en Santiago de la pequeña Andrea después de que la presión popular y la acción de la justicia hayan quebrado la voluntad del médico cuyos principios religiosos pesaron más que la dignidad de su paciente.
La verdad sigue siendo un bien escaso. Todo parece una gran impostura. Se diluyen los referentes y casi no quedan ya ejemplos.
Subrayo lo que escribió hace décadas el periodista italiano Corrado Alvaro: “la forma más negra de desesperanza que a veces se adueña de una comunidad es el temor de sus gentes a que vivir de forma honesta sea un gesto vano”. Pues eso.