En el noroeste de Siria, tras nueve años de guerra y una cifra estimada
de 500.000 muertos, la provincia de Idleb se enfrenta a una crisis
humanitaria y económica sin precedentes, agravada, además, por la crisis
del COVID-19. Los niños se ven obligados a dejar la escuela para
trabajar y sacar adelante a sus familias.