miércoles, 20 de abril de 2011

Cerebro e Inteligencia (1) Resplandores del espíritu, cadenas del entendimiento




La capacidad metafórica es el primer requisito del talento.

Eduardo Punset

La conciencia de la inconsciencia de la vida es el más antiguo impuesto a la inteligencia. Hay inteligencias inconscientes -resplandores del espíritu, cadenas del entendimiento, misterios y filosofías- que tienen el mismo automatismo que los reflejos corpóreos, que la gestión que el hígado y los riñones hacen de sus secreciones.
Libro del desasosiego. Fernando Pessoa



Primera parte. ¿Qué es la inteligencia?


Parece que el salto definitivo en la evolución de nuestra especie se dio cuando el cerebro humano desarrolló la capacidad para la metáfora y la creatividad, lo que se calcula sucedió hace entre 60.000 y 150.000 años. Este avance evolutivo primordial significó adquirir la capacidad de planear con antelación, de abstraer ideas, de aprender con rapidez, de procesar información y conceptos complejos, de ver e interpretar las relaciones a veces ocultas entre las cosas, las personas y sus actos, de saber mirar dentro de uno mismo, ver más allá de lo evidente para comprender mejor el entorno, de utilizar nuestro cuerpo y cerebro para nuestra expresión hacia los demás, para mejorar nuestros procesos internos, gestionar nuestras emociones, sentimientos e instintos, desarrollar nuestras capacidades multitarea y tratar o aceptar nuestras vulnerabilidades.

La inteligencia no es una cifra inamovible con la que se nazca, los genes nos proporcionan unas
memorias de almacenamiento y procesal básicas, un disco duro y una RAM de serie, pero la inteligencia es mucho más que eso, son una serie de potenciales de abstracción, gestión y memoria, que iremos desarrollando y potenciando más o menos a lo largo de la vida según el entorno cultural en el que crecemos vaya moldeando nuestra personalidad, al final suponemos que la inteligencia se refleja en nuestra capacidad de ser felices, de disfrutar, de amar y resolver problemas según la vida te va dando cartas, las buenas y las malas, para hacer nuestra vida (y la de los que nos importan) mejor y más disfrutable.

Parece claro que los tradicionales métodos de medir la inteligencia han quedado superados sobre todo desde que en 1994 el psicólogo estadounidense Howard Gardner (este señor de al lado de cara tan simpática) desarrolló la Teoría de las Inteligencias Múltiples que superaba las limitaciones de los tradicionales métodos de medición del CI (o cociente intelectual ) que durante años hicieron predominante la inteligencia lógico-matemática en la antigua concepción unitaria de "inteligencia".
Las ocho inteligencias que define esta teoría son la inteligencia lingüística (usar las palabras de manera adecuada para expresarse), inteligencia lógico-matemática, inteligencia musical, inteligencia espacial (capacidad de distinguir aspectos de los objetos como color, línea, forma, figura, espacio y sus relaciones en tres dimensiones), inteligencia corporal-cinestésica (capacidad de controlar y coordinar los movimientos del cuerpo y expresar sentimientos con él), inteligencia intra-personal (capacidad de conocerse a uno mismo, imbricada con las emociones), inteligencia interpersonal (capacidad para entender a los demás seres vivos con empatía, conformando con la intrapersonal la célebre inteligencia emocional) e inteligencia naturalistica (percibir las relaciones que existen entre varias especies o grupos de objetos y personas, así como reconocer las diferencias y semejanzas entre ellos, capacidad característica de científicos y naturalistas).

Todos tenemos una combinación en los desarrollos de estos factores de inteligencia y del equilibrio de esa combinación dependerá nuestra adaptación al mundo y las circunstancias vitales en las que vivimos. Un ejemplo claro lo encontramos repasando la historia de Grigori Pearlman, el mayor genio vivo de las matemáticas, la única persona en solucionar esa cosa indescifrable llamada Conjetura de Poincaré y por tanto epítome de la inteligencia lógica-matemática. Pearlman es un tipo huraño y ensimismado que malvive en un apartamento en las afueras de San Petersburgo con la pensión de su madre y lo que saca dando clases de matemáticas, sin apenas relacionarse con sus colegas de profesión (atorado por los manejos y triquiñuelas del mundo académico), absorto en su cerebro y su ciencia, metódicos y cartesianos.Para entender mejor algo tan abstracto e inaprensible como la inteligencia, como siempre nos hacemos de acompañar de los buenos y dejamos que sean el escritor Alejandro Gándara (que nos habla del libro "El laberinto de la inteligencia" de Hans Magnus Enzensberger, autor del preclaro ensayo El perdedor radical), el filósofo José Antonio Marina y uno de nuestros programas de cabecera, Tres14, quienes den contornos a este esplendor del cerebro humano (y animal), generado en la conexión de miles de millones de neuronas, en un infinito centelleo de sinapsis en el que ocurre casi todo lo que somos.



¿Qué es la inteligencia? - Alejandro Gándara


28 de diciembre de 2009.- Hans Magnus Enzensberger realiza en 'El laberinto de la inteligencia' (Anagrama) un recorrido por la historia de la cuantificación de la inteligencia y los famosos test con sus cocientes y coeficientes, llegando a la conclusión (bastante extendida, por otra parte) de que esas pruebas no miden nada o por lo menos no lo que dicen medir.

La idea de cuantificar la inteligencia apareció en un momento de proliferación de los sistemas métricos, hacia 1912, y en vísperas de la Gran Guerra, como respuesta a la incapacidad para identificarla y definirla: hay tantas acepciones que puede decirse que llamamos inteligencia a cualquier cosa y a ninguna. Lo más aproximado sigue siendo aquello de san Agustín de que si nadie me lo pregunta, lo sé, pero si me piden que lo explique, ni idea.

En realidad, la inteligencia no es una habilidad, ni una capacidad, sino un sistema complejo de aprehensión y simbolización del medio, muy refractario a ser comprimido en magnitudes lineales. A lo que hay que añadir, en consecuencia, que su denominación e identificación es variable según las culturas. A un inuit nosotros le parecemos lo contrario de inteligentes, créanme.

El caso es que casi siempre que algo se escapa de la comprensión de nuestro modelo psicótico y científico (y sin psicosis no hay ciencia de la nuestra) surge alguien experimentando con artefactos de cuantificación. 'Como no lo entiendo, lo mido' es la divisa de esta enfermedad impotente para describir el comportamiento de un átomo, pero sobrada para construir bombas atómicas.

Cuando el psicofisiólogo Alfred Binet diseñó y llevó a efecto los primeros ejercicios para puntuar la inteligencia en niños llegó a la conclusión de que "la escala no da ninguna medida de la inteligencia, ya que las cualidades no son aditivas y, por tanto, no se pueden medir como superficies lineales". A pesar de que el padre del asunto concluyó de esta manera los esfuerzos que, por otro lado, le dieron fama, sus sucesores se pasaron la evidencia por el forro del portafolios. Así William Stern, quien bautizó al 'coeficiente de inteligencia' en 1912, o el más conocido y reciente Hans Jürgen Eysenck (cuyo test se aplica hoy en día a millones de personas en todo el mundo), se dedicaron a propagar una fe que nadie tenía, cosa muy frecuente entre los apóstoles.

Por resumir lo tonto del negocio, un 'test de inteligencia' presupone conocimientos previos, a menudo de tipo escolar o social; no admite más de una respuesta (cosa que en el mundo real no pasa); ofrece toda la información para resolver el problema (cuando reunir información en la vida forma parte de la solución); y carece por completo de dimensión temporal, ya que el test ignora que cada decisión que tomamos trae consecuencias en el futuro. En fin, no alardeen de su coeficiente (o cociente) no vaya a ser que los tomen por bobos. Y, por supuesto, no se preocupen por el de los niños (excepto si es muy alto).


José Antonio Marina

Mi fascinación por la capacidad creadora de la inteligencia humana me ha llevado a estudiar apasionadamente sus mecanismos, los secretos de esa maravillosa energía que consiste en poder hacer mucho con muy poco. Un artista con un lápiz y un papel puede transfigurar la realidad. Un científico con una tiza y una pizarra desvela sus secretos. En este alegre dinamismo intervienen los conocimientos, las emociones, la voluntad, el lenguaje, la conversación con los demás. Y a todos estos temas he dedicado la atención que he podido. Al hacerlo, me llevé una sorpresa. La inteligencia inventa muchas cosas, resuelve muchos problemas, pero su creación más altanera es la invención de modos nobles de vida. Su meta es hacernos pasar de ser animales listos a ser animales dotados de dignidad. Estamos refiriéndonos como especie. Esta suprema inteligencia no es teórica, sino práctica. No culmina en el conocimiento, sino en la acción. Por eso, me ha interesado cada vez más la inteligencia práctica, la que se adentra en los dominios donde nos jugamos la vida: la convivencia, la educación, la economía, el derecho, la política, la religión…

(...) Al final he llegado a la conclusión de que el logro máximo de la inteligencia es la ética y su realización práctica, que es la bondad. Ya sé que esto suena a ingenuo, pero todo lo que he escrito pretende demostrar científicamente que esa idea encierra la suprema sabiduría. Es decir nuestra salvación.

Tres14 - Inteligencia

En Ciencia se entiende por inteligencia la capacidad de representar y manipular información. No implica un comportamiento determinado, sino el poder comprender el por qué de las cosas. Lo que nos hace inteligentes no es la cantidad de información que tenemos, sino la capacidad de raciocinio. Los genes determinan nuestra inteligencia, pero también influye el entorno en el que crecemos. Si Einstein hubiera nacido en África su cerebro habría sido el mismo, pero las condiciones culturales no le hubieran llevado a desarrollar la teoría de la relatividad. ¿Hay una inteligencia general para todo? ¿Sirven los tests para medirla? Tres14 entrevista a Antoni Castelló, psicólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona, que nos explica todo lo que la Ciencia ha descubierto de la inteligencia.


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