Una profesión de tiempos de carestía en los que la cuchillería de una casa era algo preciado y a conservar. Los últimos afiladores aún subsisten recorriendo las calles de nuestras ciudades, afilando los cuchillos mejor que nadie.
Reactivado su frugal negocio por la crisis económica, han de competir con nuestra tendencia al despilfarro y con los que no pagan las licencias, mientras hacen sonar su característica melodía con su pianola. Un sonido de otro tiempo, en algun lugar de Malasaña.
En el Barrio del Pilar hay un señor mayor (como no) con su bicicleta, aprovechando la dinamo para la piedra de afilar ¡todo un clásico!
ResponderEliminarY mira que hay a quién inquieta esta musiquilla...:-)
¡Bsos!
A mí la musiquilla de la pianola me da buen rollo, lo asocio con Segovia, con tiempos pasados y no tan agrestes, aunque ahora que lo dices supongo que también puede tener su punto inquietante. Te imaginas una peli de terror con un afilador psicópata?
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