viernes, 18 de octubre de 2013

Mujeres (7) Yermas

Siguen los de En Portada con sus reportajes sobre los derechos de la mujer en el mundo y esta vez lo hacen para dar voz a las víctimas de esterilizaciones forzosas a las que fueron condenadas más de 300.000 personas entre 1995 y 2000 durante el gobierno de Fujimori. Hoy esas víctimas luchan para que se conozca su historia ante la indiferencia de los políticos y la Fiscalía peruana investiga si se trató de un delito de lesa humanidad. 

En Portada. "Yermas"

José Antonio Guardiola, @jaguardiola 14.10.2013



El caso de las esterilizaciones forzadas en Perú sirve muy bien para ilustrar lo fría y distante que, en ocasiones, se muestra la clase política ante –o frente a- sus gobernados. Se antoja de sentido común que es necesario pedir disculpas cuando miles de personas, con argumentos coincidentes, irrefutables, aseguran haber sido esterilizadas a la fuerza. Simplemente porque se violó su íntimo derecho a ser madre, o padre.


Batalla política y justicia

Pero la clase política peruana juega su propio partido. Fujimoristas, humalistas, alangarcistas o incluso toledistas viven del pacto, del frágil equilibrio que los mantiene vivos en su escaño, y en ese juego de funambulismo se olvidan de las esencias del buen gobierno. Irrita el desprecio que los políticos dispensan a las víctimas, la burla de unos políticos leoninos hacia unas víctimas inocentes -en todos los sentidos-. No se habla de indemnizaciones, no se habla de perdón.. Apenas algunos hablan de castigar a los políticos responsables de aquella aberración y olvidan el resarcimiento de las víctimas denotando así que es la batalla política la que prima por encima de la justicia.


Un drama silencioso

Yermas es uno de esos dramas silenciosos que sacuden Latinoamérica. Durante nuestro viaje a Perú, todos los entrevistados –políticos y no- coincidieron en que el caso de las esterilizaciones forzadas se ha convertido en una pelota que se pasan unos y otros al albur de sus propios intereses. Unos para apretar. Los otros para sobrevivir. Algunos para eludir la justicia. Y mientras tanto, las víctimas –aquéllas que vieron violentados sus derechos más íntimos- malviven y sufren. Muchas de ellas, curiosamente, ni siquiera piden justicia. Se conforman, ilusas ellas, con que un médico les devuelva lo que otro por la fuerza les quitó.

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