La sonrisa del asesino Anders Breivik sigue paralizando toda Noruega mientras aún llora sus muertos, incrédula por haber alumbrado el monstruo fascista en el seno de una sociedad cuasi-modélica. Esperemos que al menos la tragedia vivida el país nórdico sirva para concienciar a las sociedades europeas de la necesidad de la tolerancia cero con los movimientos de extrema derecha que crecen en su seno, propugnando el racismo, la xenofobia y el ultranacionalismo, el odio en estado puro.
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