
Medio siglo del muro de Berlín
Dionisio Garzón 13.08.2011 El País
El 13 de agosto de 1961 los berlineses se despertaron con la ciudad dividida en dos zonas por alambradas de púas, adoquines y hormigón. La infame valla duró 28 años y se cobró cerca de 150 vidas en los intentos de fuga.

En primer lugar, una idea surge en la mente del historiador y pienso que también en la mente del lector de estas líneas. ¿No resulta una paradoja el hecho de que en la segunda mitad del siglo XX, en tiempos de aviación, misiles y artillería de gran alcance; de radio, televisión y líneas telefónicas, se levante un muro para dividir y aislar comunidades humanas como las murallas de las ciudades medievales y de la edad antigua, como un trozo de muralla china en una ciudad europea?

¿Por qué decidió Ulbricht crear ese muro? En esa época de la guerra fría, la frontera entre las dos Alemanias era de las más rígidas en el mundo: alambradas, bombas subterráneas... solo comparable a la frontera entre las dos Coreas.
Pero la zona de Berlín no era parte de ninguna de las dos Alemanias y tenía internacionalmente un "estatuto especial". El tráfico entre los sectores oriental y occidental era solo relativamente difícil. Unos 50.000 berlineses del Este trabajaban en Berlín Oeste y 12.000 del sector occidental trabajaban en el Este. Eran los llamados cruzafronteras.

El 13 de agosto de 1961 todo esto cambió. La ilusión de una ciudad unida desapareció. Y fue el secreto de Estado mejor guardado en el siglo XX.
Ante el problema de las fugas, Walter Ulbricht venía abogando ante Jruschov por el cierre hermético en Berlín. Con esa sangría constante de personal laboral, el colapso de la República era inevitable. Jruschov cedió finalmente y, de acuerdo con los países del Pacto de Varsovia, transmitió una nota sobre el cierre de la frontera con el Berlín Oeste para iniciar la preparación de esta medida con el máximo secreto.
¿Captaron las potencias occidentales de algún modo esa decisión del mundo soviético y Alemania Oriental? En un siglo con dos guerras mundiales, había un gran desarrollo de los sistemas de espionaje que usaban modernas y sofisticadas tecnologías. Berlín, en esa época, era un nido de espías tanto en el sector oriental como occidental. Se decía que era la ciudad con más espías por metro cuadrado. Según el humorismo berlinés, "No es difícil ponerte en contacto con un espía. Vienen en las páginas amarillas".
Pues bien, los servicios secretos occidentales, que se gloriaban de tener ojos que veían todo y oídos que escuchaban cada conversación, en lo referente al muro de Berlín no sospecharon nada: ni la CIA americana, ni el Servicio de Inteligencia Inglés (SIS) conocido comúnmente como M16, ni sus colegas aliados. El fracaso de la inteligencia occidental fue rotundo.
Por otra parte, en la República Democrática, ni siquiera los directivos de superior jerarquía conocían el plan cuando la víspera, el 12 de agosto, un sábado, fueron invitados por Ulbricht a su residencia de Wandlitz, en una urbanización a 30 kilómetros al norte de Berlín. Parecía una invitación veraniega normal. En uno de los jardines los asistentes compartían conversaciones, se ofrecían bebidas, se oía música de fondo. Ulbricht, que había firmado a las cuatro de la tarde los últimos decretos pertinentes, se mostraba relajado entre los asistentes.
Al final de la cena, a las 22.00, Ulbricht dijo: "Ahora vamos a tener una breve reunión", e informó oficialmente a los invitados de que el cierre entre los sectores oriental y occidental en Berlín era inminente.

Los berlineses, al principio, apenas se enteraron porque estaban durmiendo y las autoridades habían escogido a propósito un domingo, día festivo de poco tráfico. Tan solo a lo largo del día se fueron dando cuenta. Se cerraron 193 calles, de ellas 62 transversales, y se cortó el tráfico subterráneo del metro y el de trenes de superficie entre las dos zonas. En las 24 horas de ese domingo caluroso de agosto se hacía realidad la división de la ciudad en dos zonas mediante ese muro que duraría 28 años y tres meses y "que nadie tenía la intención de construir" (según frase de Walter Ulbricht dos meses antes en una conferencia de prensa).

Ciertos espacios públicos, como parques, jardines o iglesias situadas en el Este, tenían cerrados sus accesos desde el Oeste. Y lo mismo sucedió con algunos cementerios, como el de Invaliden o el de Sophien, que estaban situados en la línea fronteriza. Para entrar en ellos era necesario solicitar un "pase para las tumbas". Hasta la zona residencial de estos "habitantes perpetuos" se vio afectada por la división de Berlín en dos sectores y sacudida por los vientos de la política.

En el sector de Berlín Oeste había desolación y los ciudadanos sufrían los hechos en su propia carne. El alcalde Willy Brandt dijo: "Moscú ha soltado un poco la cadena de su perro Ulbricht". El 16 de agosto pronunció un tenso discurso ante 300.000 berlineses.
Por otra parte, las potencias occidentales consideraban el tema con perspectiva más internacional. Protestaron formalmente pero, dentro de la guerra fría, era un incidente más. Kennedy señaló: "Si Jruschov hubiera querido ocupar en serio el Berlín Oeste, no habría construido un muro. Si dispone de la ciudad entera, no necesita un muro... No es una solución cómoda pero, diablos, es mejor que una guerra". Era pleno verano, época de vacaciones. Kennedy estaba a bordo de su yate en Hyannis Port, el presidente francés De Gaulle se mantuvo fuera de París y el presidente británico Macmillan continuó en una cacería en Escocia. El periódico alemán Bild Zeitung se hacía eco de la actitud desilusionada de los berlineses: "El Este actúa, ¿qué hace el Oeste? ¡El Oeste no hace nada! El presidente Kennedy se calla, Macmillan se va de caza y Adenauer insulta a Brandt". (Estos dos últimos políticos estaban en pugna electoral).
Dionisio Garzón, doctor en Derecho, ha sido consejero de Información en las Embajadas de Bonn-Berlín y de Washington y es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense. En la actualidad está en impresión su libro De la construcción a la caída del muro de Berlín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario