Una de nuestras emociones primigenias, naciendo en lo más profundo de nuestro sistema emocional, acompañándonos desde hace más de 50000 años, paralizándonos, haciéndonos huir, destrozando nuestros nervios, matándonos de puro miedo, ayudándonos a sobrevivir.
El miedo en los huesos
Tommie Smith, uno de los dos atletas norteamericanos que hace 40 años, en los Juegos Olímpicos de México 68, denunciaron con este gesto la terrible segregación racial que había en su país, nos cuenta en esta entrevista cómo ese mismo gesto significó la condena para ellos e incluso para el atleta australiano que les acompañaba y se solidarizó con ellos.
En una época de ignominia para la sociedad norteamericana que segregaba activamente a unas personas a las que, sin embargo, no tenía mayor problema para enviar a morir a la junglas vietnamitas, Tommie Smith nos cuenta cómo fue su vida antes del deporte cultivando las tierras de los blancos que al principio les pagaban con una parte de la cosecha, luego ya no. Cómo no les era permitido andar por una acera si por ella andaba algún blanco, la suciedad de los urinarios públicos sólo para negros, y cómo, tras ese gesto fue expulsado del equipo de atletismo americano, cómo nadie se atrevía ya a darle trabajo, cómo perdió a sus amigos, cómo toda una vida de vejaciones e intimidaciones hizo que en el momento de alzar el puño, le recorriera el cuerpo ese miedo que siempre tendrá metido en los huesos.
(...) P. ¿Tuvo miedo cuando cerró su puño y lo alzó?R. He tenido miedo toda mi vida. No es una cosa que se preparase en dos o tres años. Los jóvenes afroamericanos, incluso hoy, son dianas en Estados Unidos, así de sencillo.P. ¿No ha cambiado nada?R. Claro que sí, muchas cosas. Nuestro presidente electo, Barack Obama, es afroamericano. Y eso no ha sido una cosa que nos haya ocurrido en un día. Hemos luchado por una mejora y, como consecuencia de esa lucha, ahora hay un presidente negro. Ha sido un proceso muy lento. Eso no quiere decir que todo vaya bien. Pero, gracias a la forma en que piensa Obama respecto al cambio social, la lucha no ha terminado. Sólo acaba de empezar.P. ¿Cómo le cambió la vida después del gesto?R. Todo cambió para siempre. Recibimos amenazas de muerte, cartas, llamadas... Después de los Juegos Olímpicos, todos mis amigos desaparecieron. Tenían miedo de perder sus amistades blancas y sus puestos de trabajo. Yo tenía 11 récords del mundo, más que cualquier persona en el mundo, y el único trabajo que encontré fue lavando coches en un aparcamiento. Y me echaron porque mi jefe dijo que no quería que nadie trabajara conmigo. No quería que alguien que defendía la igualdad de derechos estuviera en su plantilla.P. ¿Nadie le ayudó?R. Todo el mundo tenía mucho miedo. A mis hermanos les echaron del colegio. A otros, en el equipo de fútbol de la universidad, les prohibieron competir por lo que yo hice. (...)Resto de la entrevista a Tommie Smith
El miedo en el cerebro
En septiembre del 2006 se identificó un área de la región cingular rostral como el resorte con el que activa y desactiva la respuesta al temor en la amígdala. En esta estructura del sistema límbico en el que se gestan nuestras emociones, se regula la producción de las hormonas vasopresina y oxitocina para provocarnos miedo o placer.
En los animales, sin un cortex cerebral ni otras estructuras límbicas más complejas, la simple extirpación de la amígdala parece provocarlla desaparición del miedo, cosa que en los humanos no es así, al ramificarse el temor en otras áreas del sistema límbico y la corteza cerebral.
De esta forma, aumenta la presión arterial, los músculos de brazos, piernas y mandíbula se tensan, aumenta la sudoración y la coagulación de la sangre, el cuerpo se prepara para la respuesta, afrontar la causa del temor o la huída, se paralizan otras funciones corporales como la segregación de hormonas sexuales, las pupilas se dilatan. Ahí estamos, frente a frente con lo que nos aterroriza. Y la evolución nos ha preparado para responder.
En los animales, sin un cortex cerebral ni otras estructuras límbicas más complejas, la simple extirpación de la amígdala parece provocarlla desaparición del miedo, cosa que en los humanos no es así, al ramificarse el temor en otras áreas del sistema límbico y la corteza cerebral.
De esta forma, aumenta la presión arterial, los músculos de brazos, piernas y mandíbula se tensan, aumenta la sudoración y la coagulación de la sangre, el cuerpo se prepara para la respuesta, afrontar la causa del temor o la huída, se paralizan otras funciones corporales como la segregación de hormonas sexuales, las pupilas se dilatan. Ahí estamos, frente a frente con lo que nos aterroriza. Y la evolución nos ha preparado para responder.
Y para cerrar este post referido a esa emoción tan cabrona y tan necesaria que es el miedo, díganme si aquí el amigo Raymond Carver no lo clava.
Miedo
Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso.
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