Intro
Quien haya visto El Resplandor, el clásico del cine de terror de Stanley Kubrick, quizá recuerde la escalofriante escena en que mientras a Jack Torrance se le ha ido definitivamente la pinza y busca a su mujer con un hacha para firmar en una puerta uno de los mejores planos de la historia del cine, su hijo Danny, murmuraba en estado de trance una inquietante palabra, REDRUM, que pintaba en una puerta, en color rojo sangre. Sólo al cambiar el plano y verse en un espejo se muestra su terrible significado. Murder, crimen, asesinato. Así que con esta linda inspiración pintadita en la puerta de una habitación de un hotel maldito comenzamos esta primera entrada dedicada a uno de los Top-Five de la condición humana, el asesinato de otros seres humanos.Primera parte - Nuestro instinto asesino
Punset conversa con el científico David Buss sobre el instinto homicida dentro de cada ser humano. Este afirma que se han realizado estudios que afirman que el 91% de los hombres y el 84% de las mujeres han (hemos) pensado en matar a alguien y nos habla sobre su Teoría de la respuesta homicida explicándonos por qué, desde la lógica de la psicología evolutiva, la mayoría de asesinatos no son producto de psicópatas y cómo el entorno puede activar nuestras respuestas homicidas.
También nos comenta sus conocimientos sobre el tema Bernat-Noel Tiffon, profesor de psicología criminal que, para ilustrar el posible origen genético del impulso homicida nos introduce en el estremecedor y fascinante caso del Arropiero.
Segunda parte - El Arropiero, retrato de un asesino
Manuel Delgado Villegas, alias el Arropiero, ostenta el triste título de ser el mayor asesino en serie de nuestra historia criminal (con permiso de Franco, claro) con 48 crímenes reconocidos, aunque sólo se pudieron investigar y dar verosimilitud a 22 de ellos y cerrar sólo 7. El Arropiero, aparte de padecer a un padre violento y autoritario, tenía varios trastornos psíquicos que le hacían el máximo exponente del asesino en serie.Según comenta en el documental que más abajo les ofrecemos el prestigioso psiquiatra-forense José Antonio García Andrade, el Arropiero era "tosco, primitivo, sin ninguna resonancia afectiva ni emocional"; además sufría de esquizofrenia paranoide, era alcohólico, necrofílico, tenía epilepsia y poseía la alteración cromosómica llamada XYY que le producía una sobredosis de testosterona y otras hormonas masculinas así como cierto retraso mental, en fin, un cuadro de demencia total enmarcado en la aún atrasada España del final de los sesenta, un cóctel terrible que creó el pichichi de nuestros serial-killers patrios.Nacido en el 43, durante su niñez ayudaba a su padre vendiendo arrope (una especie de jarabe dulce de mosto) mientras vagabundeaban por los pueblos andaluces. En 1961 ingresó en la Legión, en la que aprendió un golpe mortal en el cuello (que luego utilizó para sus cosas de matar) y de la que pronto desertó. Entonces se dedicó a viajar por Italia, Francia y España dejando tras de sí un reguero de cadáveres.
Manuel Delgado logró cometer sus numerosos crímenes gracias a su facilidad para moverse con discreción por la rural Españade los sesenta, y así burlar fácilmente a la policía y sobre todo, a que no tenía un modus operandi fijo que marcara sus actos delictivos. Tal y como señala el crítico de cine Carles Balagué (que hizo un documental sobre el Arropiero que publicaremos en fechas futuras), el Arropiero “no era un asesino de alpargata ni evocaba la imagen del típico delincuente de la cuerda de presos, estamos frente a alguien que mataba de forma aleatoria, indiscriminada y sorprendente”.
Extremadamente violento si se le llevaba la contraria, su primer abogado defensor –de oficio–, el letrado catalán Juan Antonio Roqueta Quadras-Bordes, decía que si saliera en libertad “no tardarían en aparecer, a las pocas horas, cuatro o cinco cadáveres”. Para Roqueta era como un volcán: tan pronto estaba en calma como entraba en erupción y te abría “en canal” porque le negaras un cigarrillo. En fin, como dijo un policía que lo conoció, si hubiera podido "hubiera hecho un cementerio para él solo".
Tras una década de crímenes fue detenido en 1971 en el Puerto de Santa María por estrangular a su novia con unos leotardos. Desde ahí, estuvo dos años y medio realizando un tragicómico viaje al escenario del crimen por todo el territorio español con varios policías (sobre todo el comisario Salvador Ortega, que se ocupó de su caso desde su detención) que, intentando no provocar su ira demente, lograron ganarse su confianza para que les acompañara a comprobar sus múltiples confesiones y a los que acompañaba sin esposas, como un compañero de viaje más.
En esos viajes los policías se veían obligados a darle caprichos y a reirle las gracias para que no se encerrara en sí mismo y quedaran sin esclarecer muchos asesinatos que había que reconstruir, muchos cuerpos por descubrir y enterrar. Irónicamente y en palabras de un psiquiatra que lo trató, para Manuel Delgado Villegas esa fue la mejor época de su vida.
Sin embargo, con más de treinta asesinatos aún por comprobar al comisario Ortega y sus colaboradores les llega la orden desde Madrid para abandonar el asunto. Manuel Delgado queda encerrado en el Psiquiátrico Penitenciario de Carabanchel donde pasó 25 años. Nunca fue juzgado ya que se le encontraba tan trastornado y violento que se le consideraba "inimputable".
En 1996, ya muy deteriorado física y mentalmente, valga la redundancia, es ex-carcelado y trasladado al Psiquiátrico de Santa Coloma, donde pasó los últimos meses de vida, sólo pensando en fumar compulsivamente, comer y dormir. Manuel Delgado Villegas, el Arropiero, murió en febrero de 1998 por una enfermedad pulmonar derivada del abuso de tabaco. Probablemente su último pensamiento regresó a aquella lejana y estupenda época en que viajaba y mataba.
Les ofrecemos el estupendo reportaje de Crónicas (de TVE) "El Arropiero, Retrato de un asesino" donde se cuenta su historia y se ofrecen algunos testimonios de forenses, psiquiatras y policías que lo conocieron, así como unos impagables minutos de una entrevista para Televisión Española que le hicieron en 1992 donde se le puede ver, envejecido por la medicación y los más de veinte años entre rejas, aunque tras su embotada mirada aún podía encontrarse el brillo de la demencia y el crimen.