martes, 25 de agosto de 2009

Asesinato (1) Redrum / Nuestro instinto asesino / El Arropiero

Intro

Quien haya visto El Resplandor, el clásico del cine de terror de Stanley Kubrick, quizá recuerde la escalofriante escena en que mientras a Jack Torrance se le ha ido definitivamente la pinza y busca a su mujer con un hacha para firmar en una puerta uno de los mejores planos de la historia del cine, su hijo Danny, murmuraba en estado de trance una inquietante palabra, REDRUM, que pintaba en una puerta, en color rojo sangre. Sólo al cambiar el plano y verse en un espejo se muestra su terrible significado. Murder, crimen, asesinato. Así que con esta linda inspiración pintadita en la puerta de una habitación de un hotel maldito comenzamos esta primera entrada dedicada a uno de los Top-Five de la condición humana, el asesinato de otros seres humanos.




Primera parte -
Nuestro instinto asesino

Punset conversa con
el científico David Buss sobre el instinto homicida dentro de cada ser humano. Este afirma que se han realizado estudios que afirman que el 91% de los hombres y el 84% de las mujeres han (hemos) pensado en matar a alguien y nos habla sobre su Teoría de la respuesta homicida explicándonos por qué, desde la lógica de la
psicología evolutiva, la mayoría de asesinatos no son producto de psicópatas y cómo el entorno puede activar nuestras respuestas homicidas.


También nos comenta sus conocimientos sobre el tema Bernat-Noel Tiffon, profesor de psicología criminal que, para ilustrar el posible origen genético del impulso homicida nos introduce en el estremecedor y fascinante caso del Arropiero.


Segunda parte - El Arropiero, retrato de un asesino

Manuel Delgado Villegas, alias el Arropiero, ostenta el triste título de ser el mayor asesino en serie de nuestra historia criminal (con permiso de Franco, claro) con 48 crímenes reconocidos, aunque sólo se pudieron investigar y dar verosimilitud a 22 de ellos y cerrar sólo 7. El Arropiero, aparte de padecer a un padre violento y autoritario, tenía varios trastornos psíquicos que le hacían el máximo exponente del asesino en serie.Según comenta en el documental que más abajo les ofrecemos el prestigioso psiquiatra-forense José Antonio García Andrade, el Arropiero era "tosco, primitivo, sin ninguna resonancia afectiva ni emocional"; además sufría de esquizofrenia paranoide, era alcohólico, necrofílico, tenía epilepsia y poseía la alteración cromosómica llamada XYY que le producía una sobredosis de testosterona y otras hormonas masculinas así como cierto retraso mental, en fin, un cuadro de demencia total enmarcado en la aún atrasada España del final de los sesenta, un cóctel terrible que creó el pichichi de nuestros serial-killers patrios.
Nacido en el 43, durante su niñez ayudaba a su padre vendiendo arrope (una especie de jarabe dulce de mosto) mientras vagabundeaban por los pueblos andaluces. En 1961 ingresó en la Legión, en la que aprendió un golpe mortal en el cuello (que luego utilizó para sus cosas de matar) y de la que pronto desertó. Entonces se dedicó a viajar por Italia, Francia y España dejando tras de sí un reguero de cadáveres.
Manuel Delgado logró cometer sus numerosos crímenes gracias a su facilidad para moverse con discreción por la rural Españade los sesenta, y así burlar fácilmente a la policía y sobre todo, a que no tenía un modus operandi fijo que marcara sus actos delictivos. Tal y como señala el crítico de cine Carles Balagué (que hizo un documental sobre el Arropiero que publicaremos en fechas futuras), el Arropiero “no era un asesino de alpargata ni evocaba la imagen del típico delincuente de la cuerda de presos, estamos frente a alguien que mataba de forma aleatoria, indiscriminada y sorprendente.

Extremadamente violento si se le llevaba la contraria, su primer abogado defensor –de oficio–, el letrado catalán Juan Antonio Roqueta Quadras-Bordes, decía que si saliera en libertad “no tardarían en aparecer, a las pocas horas, cuatro o cinco cadáveres”. Para Roqueta era como un volcán: tan pronto estaba en calma como entraba en erupción y te abría “en canal” porque le negaras un cigarrillo. En fin, como dijo un policía que lo conoció, si hubiera podido "hubiera hecho un cementerio para él solo".

Tras una década de crímenes fue detenido en 1971 en el Puerto de Santa María por estrangular a su novia con unos leotardos. Desde ahí, estuvo dos años y medio realizando un tragicómico viaje al escenario del crimen por todo el territorio español con varios policías (sobre todo el comisario Salvador Ortega, que se ocupó de su caso desde su detención) que, intentando no provocar su ira demente, lograron ganarse su confianza para que les acompañara a comprobar sus múltiples confesiones y a los que acompañaba sin esposas, como un compañero de viaje más.

En esos viajes los policías se veían obligados a darle caprichos y a reirle las gracias para que no se encerrara en sí mismo y quedaran sin esclarecer muchos asesinatos que había que reconstruir, muchos cuerpos por descubrir y enterrar. Irónicamente y en palabras de un psiquiatra que lo trató, para Manuel Delgado Villegas esa fue la mejor época de su vida.

Sin embargo,
con más de treinta asesinatos aún por comprobar al comisario Ortega y sus colaboradores les llega la orden desde Madrid para abandonar el asunto. Manuel Delgado queda encerrado en el Psiquiátrico Penitenciario de Carabanchel donde pasó 25 años. Nunca fue juzgado ya que se le encontraba tan trastornado y violento que se le consideraba "inimputable". 

En 1996, ya muy deteriorado física y mentalmente, valga la redundancia, es ex-carcelado y trasladado al Psiquiátrico de Santa Coloma, donde pasó los últimos meses de vida, sólo pensando en fumar compulsivamente, comer y dormir. Manuel Delgado Villegas, el Arropiero, murió en febrero de 1998 por una enfermedad pulmonar derivada del abuso de tabaco. Probablemente su último pensamiento regresó a aquella lejana y estupenda época en que viajaba y mataba.

Les ofrecemos el estupendo reportaje de Crónicas (de TVE) "El Arropiero, Retrato de un asesino" donde se cuenta su historia y se ofrecen algunos testimonios de forenses, psiquiatras y policías que lo conocieron, así como unos impagables minutos de una entrevista para Televisión Española que le hicieron en 1992 donde se le puede ver, envejecido por la medicación y los más de veinte años entre rejas, aunque tras su embotada mirada aún podía encontrarse el brillo de la demencia y el crimen.

viernes, 21 de agosto de 2009

Fundamentalismo (1) Lapidaciones / Jesus Camp

Llevábamos tiempo queriendo dedicar un capítulo de Vocabulario Fundamental a denunciar los fundamentalismos religiosos (de casi todas las religiones), políticos y sociales que tristemente aún imperan en nuestro tiempo, mediatizando con sus odios y delirios integristas la vida de millones de personas en muchos lugares del mundo, también en Occidente, claro.

En un blog tan obcecado en la defensa irrenunciable de la libertad de cada individuo para decidir sobre sus actos y pensamientos a lo largo de su vida y su muerte, sin verse interferidos por los dogmas y prejuicios de religiones o tradiciones sobrevenidas desde su entorno, no podíamos dejar de denunciar estos hechos siniestros que siguen distorsionando el mundo de hoy.


Primera parte
. Lapidaciones en el mundo islámico

De un mail enviado por una amiga recogemos el llamado de Amnistía Internacional para impedir la ejecución de una mujer iraní, Sakineh Mohammadi, por un supuesto caso de adulterio, mediante la lapidación, uno de los usos y costumbres más aborrecibles (y hay unas cuantas) resultantes de la aplicación de la sharia, la ley religiosa que incorporan en su código de leyes muchos estados musulmanes.

Esta ley está inspirada en una interpretación estricta del Corán y el hadiz (recopilación de hechos y dichos atribuidos a Mahoma) y dicta un estricto código de conducta a seguir por los fieles. Y los no fieles, claro.De esta forma, países como Irán, Arabia Saudí, Sudán, Nigeria, Somalia u muchos otros incorporan muchos de sus elementos en su corpus legal lo que provoca que muchos de sus tribunales condenen a muerte por lapidación muchos casos de adulterio y violación, sin entrar en otras disposiciones y usos sociales aberrantes resultantes de estas leyes, como la fuerte discriminación de libertad de expresión, pensamiento y movimiento de la mujer, u otras actuaciones sociales perversas como la mutilación del clítoris de millones de niñas, la persecución directa a otros colectivos "indeseables" como los disidentes políticos, las minorías religiosas o los homosexuales.

De esta forma, nos unimos a Amnistía Internacional en su recogida de firmas para impedir la lapidación de Sakineh Mohammadi. Su crimen,"adulterio estando casada". Anteriormente había recibido 99 latigazos por "mantener una relación ilícita". Según denuncia AI el juicio fue injusto y sin garantías. El abogado de Sakineh ha pedido a la Comisión de Amnistía e Indulto iraní que revise su causa. Si esta comisión rechaza su petición, Sakineh será lapidada. Como dice AI, "no es la primera vez que gracias a la presión internacional se han conmutado condenas a lapidación."

"La ejecución por lapidación es un castigo especialmente cruel que Irán aplica a hombres y mujeres casados acusados de cometer adulterio, desoyendo así a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, según la cual tratar el adulterio como delito es contrario a las normas internacionales. La lapidación está específicamente concebida para aumentar el sufrimiento de la víctima, pues para llevarla a cabo se escogen piedras lo suficientemente grandes como para causar dolor pero no tanto como para matar a la víctima enseguida."

Para ilustrar lo que supone esta muerte sumamente cruel recogemos un delirante caso que nos estremecía el año pasado, cuando en el sur de Somalia se lapidó hasta la muerte a Aisha Ibrahim Duhulow, una niña de 13 años que había sido violada por tres hombres. Con la denuncia que Amnistía Internacional hizo de esa barbaridad les dejamos.

Aisha Ibrahim Duhulow tenía 13 años. Y el pasado 27 de octubre fue lapidada hasta morir. Unos cincuenta hombres la mataron, a pedradas, en un estadio de la localidad portuaria de Kismayu, en el sur de Somalia, mientras aproximadamente mil espectadores contemplaban el espectáculo.

¿Su delito? Había sido violada por tres hombres. Al denunciar la violación ante la milicia de Al Shabab, que controla Kismayu, fue acusada de adulterio y detenida. Un tribunal islámico, aplicándole la Sharía, la condenó a morir. Apedreada. Ninguno de los hombres que participaron en la violación ha sido acusado ni arrestado.
«Para la lapidación llevaron al estadio un camión cargado de piedras.
En un momento de la lapidación, según han confirmado a Amnistía Internacional numerosos testigos, se ordenó a personal sanitario que comprobara si Aisha Ibrahim Duhulow, que estaba enterrada, seguía con vida. La desenterraron, declararon que aún vivía y volvieron a colocarla en el agujero para continuar con la lapidación.
Dentro del estadio, miembros de la milicia abrieron fuego cuando algunos de los testigos del homicidio intentaron salvarle la vida, y mataron a disparos a un niño que presenciaba los hechos. Más tarde, y según los informes, un portavoz de Al Shabab se disculpó por la muerte del chico y afirmó que el miliciano que había disparado sería castigado.»


Segunda parte.
Jesus Camp, fundamentalismo cristiano


Para completar esta primera entrega sobre el fundamentalismo, en ambos casos religioso, les ofrecemos, subido a la red por el blog documentalesatonline el magnífico documental Jesus Camp (candidato a los Oscar 2007 y del que ya hablábamos en aquel post Vocabulario Fundamental. Infancia II) sobre los campamentos cristianos evangélicos en Estados Unidos, lugares donde algunos de los predicadores de este movimiento religioso fundamentalista, de inquietantes poder y crecimiento en aquel país, adoctrinan y moldean con sus dogmas y prejuicios los maleables cerebros de muchos pre-adolescentes norteamericanos. De la página FilmAffinity extraemos su sinopsis.

Documental sobre un campamento cristiano para niños, situado en Dakota del Norte, en el que se enseña a chavales de apenas 6 años a ser "soldados cristianos del ejército de Dios". En estos "Campamentos de Jesús" se instruye en el cristianismo evangélico a millones de niños americanos con la misión de "conquistar América para Cristo" y se les entrena para que sean "soldados" del ejército de Dios y parte del futuro político de América.

Basado en las experiencias de tres niños, Levi de 12 años, Tory de 10 y Rachael de 9, que asisten a un campamento de verano llamado "Kids on Fire" en el estado de Dakota, las directoras Heidi Ewing y Rachel Grady muestran la misión de la pastora Becky Fischer: enseñar a los niños a temprana edad a abrazar el cristianismo a través de programas intensos de instrucción evangélica, en los que se les enseña cosas como "Los hechiceros son enemigos de Dios. Si Harry Potter hubiera aparecido en la Biblia, habría sido condenado a muerte". (FILMAFFINITY)


"Cuenta cosas terribles y lo hace de forma admirable. (...) Qué documental tan revelador. Qué bien explica cómo algunos políticos y algunos periodistas siguen utilizando el pretexto religioso para sus abyectos fines." (Borja Hermoso: Diario El Mundo)


domingo, 16 de agosto de 2009

Infancia (7) Las infancias de Lobo Antunes


Aunque ya habíamos publicado alguno de los relatos o crónicas con las que António Lobo Antunes cerraba el suplemento cultural Babelia en entradas lejanas como Vocabulario Fundamental. Infancia (I) o Lobo Antunes en México y en mi recuerdo, continuamos mostrando algunos de estos pequeños y magníficos fragmentos del alma del escritor portugués que conservamos en nuestros archivos, idóneos para introducirse en la personalísima e hipnótica escritura de Lobo Antunes, uno de los autores literarios preferidos en la redacción de "Vida y Tiempos..." y que siempre gusta de escudriñar recuerdos de infancias en su alma y su memoria.

António Lobo Antunes - Variaciones sobre el silencio

De vez en cuando hago exámenes de conciencia y apenas me acuerdo de los años que han
pasado: tengo la certidumbre de que empecé a vivir esta misma mañana y no sé nada del mundo, de que soy demasiado reciente, de que mi tiempo aún está a punto de ponerse a andar. Reparo en las cosas sorprendido, sin memorizarlas, y dudo sinceramente de que me pertenezcan. No veo el bolígrafo que escribe: anda por ahí trazando sus letras y la cabeza flota, llena de nubes, entre el techo y los cristales. ¿Qué he hecho hoy? Almorcé en la pequeña casa de comidas, me quedé ahí observando la pared, frente a las imágenes vagas que se acercan y se alejan sin detenerse en mí. ¿Qué imágenes? Un hombre gordo con una bolsa de plástico, un bebé en un cochecito aparcado en la acera, llamando a su madre que toma café en la barra, fumando sin oírlo, y en eso el hombre gordo y la madre se confunden, aparece una ola, dos olas, en una playa a la que nunca he ido
(¿o he ido?)
y después de las olas mi madre dando palmadas en el cojín del sofá a su lado

-Siéntate aquí

con sus ojos vagos de ciega. Lleva un anillo que le regalé no sé cuándo puesto que he comenzado a vivir esta misma mañana. El anillo que un soldadito
(no yo)
compró en Luanda al regresar de los horrores, con un par de perlas empañadas como sus órbitas. La mano me toca el brazo
-¿Te encuentras bien?

¿y qué responderle?
Yo qué sé cómo estoy. Estoy sentado oyendo a la acacia sobre el cojín que ella ha golpeado con sus manos, y tal vez por eso la voz de mi madre me llega mezclada con las hojas. Esta sala me cohíbe: se llamaba sala de visitas, y sólo se abría en ocasiones graves: pésames, invitados importantes. En verano cubrían sus sillas y sus muebles con sábanas y me parecía que todo el mundo se había muerto. Una rendija de polvo danzaba al sol, puntitos luminosos que no paraban de agitarse.
Señoras que, al marcharse, no se marchaban completamente porque el perfume, casi sólido de tan denso, se mantenía siglos en la casa provocándome náuseas. Bandejas de té. Teteras de plata. Libros en lenguas extranjeras, sin santos, erguidos, dignos, importantes. Cuadros en los marcos tallados, regalos que mi padre recibía de pacientes agradecidos. Mi padre ya no está y, no obstante, sigo sintiendo el aroma del tabaco de pipa inglés y él, con zapatos de ante, haciendo gestos con sus dedos finos. Ya no está. Está mi madre con los ojos antaño verdes, redondos. Hoy en día escudriñan sombras los pobres. ¿Te encuentras bien? ¿Cuál es la respuesta sincera a esa pregunta? Levanto el brazo en un floreo que, pese a no explicar nada, contenta a las personas como si lo explicase todo. ¿De qué vamos a hablar, madre? ¿De la acacia? ¿De las olas? ¿Del sitio donde mi padre solía acomodarse y que ha quedado vacío? La impresión de que va a volver, de que de un momento a otro va a volver. ¿Volverá? Un cochecito de bebé en la acera, esperando, y una mujer que fuma sumida en una ausencia casi furiosa, obstinada. Ganas de prestarle mis olas, las hojas de la acacia que murmuran, murmuran. En julio el polen caía despacito sobre el mundo, una gata preñada bajó de la higuera. Apenas me acuerdo de los años que han pasado: me alzaban del suelo, me pellizcaban
-Tan rubio
me devolvían a los flecos de la alfombra y la lámpara volvía a situarse lejísimos, erizada de brillos congelados: lágrimas sin llorar en busca de una mejilla por donde escurrirse en líneas paralelas. ¿Cómo serán los adultos del ombligo para arriba? Torres, reflejos de gafas, órdenes para tomarse toda la sopa. Con las últimas cucharadas se distinguía a la rana, estampada en el fondo del plato, saltando a la pídola. Pero éstos son recuerdos de otro, porque he comenzado a vivir esta misma mañana. Alguien da palmadas en el cojín a mi lado
-Siéntate aquí alguien pregunta
-¿Te encuentras bien?
sin decir mi nombre. ¿Cómo me llamo? El anillo con perlas se coloca la rebeca sobre los hombros. Madre: ¿se acuerda de cuando se equivocó y se echó en el pelo el aerosol para matar mosquitos en vez de ponerse laca? La lámpara de las lágrimas sin llorar ha desaparecido. En algún punto de este sitio una risa. Intento atraerla hacia mí, hacerla mía, como se estira una manta en invierno. Hasta el mentón. No: hasta el mentón no: por encima de la cabeza y yo allí debajo, con el pijama galopando como el Zorro, con una espada a la cintura y pistolas. Disculpe, madre, ahora no tengo tiempo para el sofá: en la próxima viñeta del cómic estaré llegando a la aldea de los bandoleros. Prometo que en cuanto ponga el mundo a raya volveré aquí.


Publicado en Babelia, el 24 de septiembre de 2005. Traducción de Mario Merlino. Ilustración de Fernando Vicente.