Con el lamentable broche de la espantá del equipo nacional a su llegada a Madrid, dando la espalda a la afición que quería homenajearles a pesar de todo (estas cosas deberían hacérselas mirar) y una victoria inane pero imbuida al menos de dignidad deportiva ante Australia, terminó la participación de la selección española de fútbol en el Mundial de Brasil y con esta eliminación ha llegado, como llega todo, el final del ciclo glorioso e irrepetible del equipo que tantas alegrías nos dio en los últimos seis años, un periodo inolvidable que nos ha permitido disfrutar de un fútbol y unos grandes títulos que nunca antes habíamos conseguido. Seis años en los que el estilo de toque de La Roja rompió a jugar de cine de la mano de grandes jugadores como Iniesta, Xabi Alonso, Puyol, Fernando Torres, Busquets, Ramos, David Villa, Piqué o Iker Casillas y sobre todo Xavi Hernández, un centrocampista único que sublimaba el modelo de posesión y juego ofensivo, comenzado por Luis Aragonés y continuado por Vicente del Bosque y que concitó la admiración mundial. Y cuando el combustible de Xavi se ha acabado, el equipo (como le ocurrió al Barça) no ha sabido superarlo.
Seis años después de aquella primera Eurocopa lograda ante Alemania y uno después de la Copa Confederaciones 2013 (perdida en la final de forma clara ante los brasileños y que anticipaba nuestro declive), la goleada sufrida ante Holanda y la posterior derrota ante Chile dejaron desnudo al aún emperador del balompié mundial y el batacazo resonó en todo el planeta fútbol. La triste penitencia de cuatro días entre el partido ante Chile y el de Australia no hizo más que enrarecer el ambiente, alimentar las disensiones y enfrentamientos entre algunos jugadores y sacar en muchos aficionados esa vena cainita tan española que invita a derribar a hachazos al antes encumbrado en cuanto éste empieza a mostrar debilidad.
Esta eliminación ha certificado que los adversarios más potentes ya han encontrado la forma de contrarrestar el juego español y confirma la decadencia de un estilo sin plan B que ha mostrado sus vulnerabilidades en cuanto los años se han echado encima de los pilares del equipo. Todo ello, sumado a la mala preparación, la falta de motivación y liderazgo y al bajo estado de forma con el que han llegado la mayoría de sus jugadores, agotados física y mentalmente por una Liga y una Champions disputadas hasta el final por la columna vertebral de La Roja, ha dado como resultado un equipo en el que han fallado todas sus líneas y en el que sus jugadores vitales (salvo Iniesta) han ofrecido su peor cara.
Esta eliminación ha certificado que los adversarios más potentes ya han encontrado la forma de contrarrestar el juego español y confirma la decadencia de un estilo sin plan B que ha mostrado sus vulnerabilidades en cuanto los años se han echado encima de los pilares del equipo. Todo ello, sumado a la mala preparación, la falta de motivación y liderazgo y al bajo estado de forma con el que han llegado la mayoría de sus jugadores, agotados física y mentalmente por una Liga y una Champions disputadas hasta el final por la columna vertebral de La Roja, ha dado como resultado un equipo en el que han fallado todas sus líneas y en el que sus jugadores vitales (salvo Iniesta) han ofrecido su peor cara.
Ahora la selección tendrá que empezar una nueva etapa sin algunos de sus futbolistas emblemáticos y deberá renovarse en jugadores y evolucionar en estilo de juego con más variantes tácticas que den . La buena noticia es que talento sigue habiendo mucho en nuestro fútbol y que si a los jugadores aún aprovechables que hay en el grupo se le van incorporando jóvenes talentosos como Thiago, Deulofeu, Carvajal, Isco y Jesé entre otros, la selección volverá a ser competitiva para defender la próxima Eurocopa, de la que no olvidemos, aún somos campeones.
Desde aquí sólo nos queda olvidar nuestra participación en este Mundial (y, insistimos, el desprecio a la afición en Barajas) cuanto antes y dar las gracias a la selección por ese lustro glorioso que hasta hace bien poco nos llenó de alegría e ilusión y nos dio la oportunidad de disfrutar tres grandes alegrías colectivas de las que cada vez quedan menos en la también declinante España contemporánea.
Desde aquí sólo nos queda olvidar nuestra participación en este Mundial (y, insistimos, el desprecio a la afición en Barajas) cuanto antes y dar las gracias a la selección por ese lustro glorioso que hasta hace bien poco nos llenó de alegría e ilusión y nos dio la oportunidad de disfrutar tres grandes alegrías colectivas de las que cada vez quedan menos en la también declinante España contemporánea.
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