lunes, 2 de febrero de 2009

Invierno (3) El General Invierno, eterno defensor de Rusia


El terrible invierno ruso ha recibido varias veces en la Historia el célebre sobrenombre de "El General Invierno" al haber ayudado de forma importante con su legendario rigor a que fracasaran al menos tres intentos de invasión de Rusia por tropas extranjeras. Las repasamos porque son tres momentos decisivos en la historia de Europa y la humanidad.


1ª Parte - Invierno de 1708-1709: Carlos XII de Suecia contra Pedro I el Grande

A principios del siglo XVIII, el rey Carlos XII de Suecia quien con un moderno ejército dominaba la lucha por el dominio del Báltico, quiso vencer definitivamente a uno de sus mayores enemigos, el zar Pedro I el Grande (personaje clave en la historia de Rusia y sobre el que volveremos en algún especial) en uno de los más decisivos episodios de la Gran Guerra del Norte y planeó invadir Rusia y llegar hasta Moscú.

No obstante, en aquel invierno de 1708-1709 fue cuando los rusos aplicaron, por primera vez en la Historia contra un ejército regular, la táctica de retirarse dejando tras de sí sólo tierra quemada y el terrible invierno ruso para hacer de la inmensa estepa un terreno aún más hostil a las tropas enemigas.

De esta forma, con los suecos buscando refugio y víveres en el desolado Norte de Ucrania, los rusos evitaron el confrontamiento directo con ellos, recurriendo a escaramuzas y pequeños ataques relámpago que desgastaban al ejército sueco hasta dejarlo exhausto, para vencerlo definitivamente ante la ciudad de Poltava, en junio de 1709.



2ª Parte - Invierno de 1812: Napoleón y la Grande Armée

Tras rechazar a los rusos en Polonia en junio de 1812, Napoleón y la Grande Armée, unos 700.000 hombres entre franceses y aliados que formaban el ejército más grande conocido hasta la fecha, atravesaban el río Niemen dispuestos a llegar a Moscú y forzar al zar Alejandro I a negociar una rendición.

Sin embargo fueron los primeros éxitos iniciales de los franceses y su empuje, que obligaron al ejército ruso a retroceder lo que paradójicamente les acabaría beneficiando, pues las líneas francesas de aprovisionamiento se alargaron alarmantemente lo que fue aprovechado por el general ruso Kutuzov para eludir la batalla en campo abierto y hostigar a los franceses con pequeñas escaramuzas y ataques sorpresa que fueran desgastando al enorme ejército invasor.

No obstante Napoleón acabaría teniendo la batalla campal que buscaba el 7 de septiembre cuando atacó a los rusos fortificados en Borodino. Aunque la batalla supuso una auténtica masacre ya que hubo unos 70.000 muertos entre ambos ejércitos (se calcula que cayeron unos 8500 hombres cada hora de la batalla, triste récord mortífero hasta la batalla del Somme, en 1916) y los franceses pudieron avanzar hacia Moscú, el general corso no consiguió destruir el ejército ruso, que se retiró y pudo reagruparse.


Así, los franceses entraron el 14 de septiembre en un Moscú abandonado por sus habitantes y saqueado por el propio ejército ruso, que además prendió fuego a la ciudad privando los franceses (que también sufrieron una terrible plaga de pulgas) del refugio que necesitaban para aguantar el terrible invierno ruso. Esto obligó a salir de Moscú a Napoleón el 19 de octubre y posteriormente forzó su retirada hacia el Oeste en penosas condiciones por la ruta de Smolensk, que estaba rodeada de ejércitos rusos.

Y fue entonces cuando nuevamente el General Invierno, con temperaturas de hasta -30º por las noches, cayó mortalmente sobre las menguantes tropas de Napoleón, congelando a miles de soldados, lo que sumado a las enfermedades, los lobos que veían a los soldados aislados una presa fácil y a los soldados de Kutuzov, que hostigaban continuamente la retaguardia, los flancos y las líneas de abastecimiento del desorganizado ejército francés, desmoralizándoles, aislándoles, privándoles de sus escasísimos suministros, matando a sus monturas que servían como comida para la tropa famélica, haciendo que abandonaran la artillería, aumentando las deserciones, convirtiendo su retirada en una enloquecida carrera de supervivencia.

"Las carreteras eran como el cristal. Los caballos se resbalaban y no podían levantarse. Nuestros soldados no tenían fuerza en los brazos y se quedaban dormidos abrazados a sus mosquetes... al despertar, los cañones de las armas se quedaban pegados a sus caras y, literalmente, les arrancaban la piel a tiras... Te aseguro que ni viendo estos horrores puede uno creerlos..."

Todos estos factores terminaron por dividir las columnas francesas que intentaban refugiarse en los bosques para escapar a los terribles cosacos del comandante Platov que cercenaban al galope las cabezas de los rezagados o de los soldados que se rendían o los despellejaban vivos...

Consiguieron que se desangrara la invencible Grande Armée de Napoleón.

De esta forma cuando los franceses llegan al semicongelado río Bereziná y ven cómo han sido destruidos sus puentes, los zapadores logran construir en tiempo record dos puentes de pontones por los que el 26 de noviembre logran escapar Napoleón y una parte del ejército, mientras que el pánico y el caos más absolutos invade a los que aún no han cruzado, que literalmente se pisotean hasta la muerte, o ahogándose en el río al intentar cruzarlo a nado, buscando enloquecidos escapar a una muerte terrible.

Fue el 29 de noviembre cuando Napoleón ordenó a los zapadores destruir los puentes para que no los cruzaran los rusos en su persecución, cosa que hicieron con lágrimas en los ojos al comprobar cómo las tropas que quedaban en la otra orilla eran alcanzadas y aniquiladas por los ejércitos de Kutuzov. Aún hoy en Francia la palabra bereziná es sinónimo de catástrofe.

Lo que queda en esos momentos de la Grande Armée son apenas 30.000 hombres en precarias condiciones de combate, para los que aún han de continuar las penalidades. De esta forma, cuando entre el 7 y el 9 de diciembre los restos del ejército francés llegan a Vilna, miles de hombres revientan de puro agotamiento en los portales de las casas e incluso asaltan el colegio médico de la ciudad para comer los órganos conservados en alcohol. Y aún así seguirán siendo perseguidos por los crueles e infatigables cosacos de Platov hasta que logren volver a cruzar el Niemen y lleguen a Prusia. Al final, sólo unos 10.000 soldados franceses y aliados consiguen volver del infierno blanco de Rusia.

Fue así como el sueño de Napoleón en Rusia quedó esparcido en sus infinitas llanuras nevadas, otra vez el implacable invierno ruso cobrándose su terrible cuota de sufrimiento humano.

(Para más información sobre la campaña rusa de Napoleón, recomendamos la página de Remilitari sobre el tema, así como los libros "Nevaba" de Patrick Rambaud y "La trágica marcha de Napoleón sobre Moscú", de Adam Zamoyski)


3º Parte - Invierno de 1942-1943: Stalingrado, los niños y el cocodrilo


Una fuente con unas niños bailando alrededor de un cocodrilo. Esta fuente, regalo de un país africano y que sobrevivió a los terribles hechos que ocurrieron en esta ciudad en el invierno de 1942-1943 parece ofrecer una perfecta metáfora de lo que fue el padecimiento supremo de esa ciudad, de sus habitantes y de los soldados que la defendieron ante el ataque de Hitler.

Hitler quería controlar el Cáucaso y sus pozos petrolíferos por lo que consideraba vital expulsar a los rusos más allá del Volga y la llave de estos proyectos era conquistar la ciudad de Stalingrado que además era un importante nudo ferroviario que comunicaba Moscú con el Cáucaso y el Mar Negro.

Sin embargo carecía de las tropas necesarias para mantener un frente desde el Mar Báltico al Mar Negro y además emprender una ofensiva de tanto calibre, por lo que Stalingrado supuso uno de sus mayores errores estratégicos. En esta ciudad no sólo dejó que aniquilaran uno de sus mejores ejércitos, el Sexto Ejército del sobrevalorado Mariscal Von Paulus y una parte del 4º Ejército Blindado de Hermann Hoth, sino que provocó que la inercia de la guerra cambiara a favor de la Unión Soviética.

Así pues entre junio de 1942 y febrero de 1943, con bajas de aproximadamente un millón y medio de personas entre ambos bandos (soldados y civiles) se disputa la batalla más sangrienta de la historia de la humanidad así como una de las más decisivas, en la que los alemanes alcanzan el límite de su expansión en el sur de Rusia y donde la poderosa Wehrmacht comienza a escribir su fin.

Stalingrado se extendía 50 km a lo largo de la orilla del Volga con una anchura dentro de la orilla oeste de unos 10 km y hacia ella se abalanzó el general Von Paulus y su ejército de unos 200.000 hombres. A esta fuerza, el comandante soviético Vassili Chuikov sólo podía oponer en un primer momento los 40.000 hombres que componían su 64º ejército. 

Pero pronto llegarían refuerzos a través del Volga.El 28 de julio Stalin da la orden "Ni un paso atrás" que obligaba a los civiles (aproximadamente medio millón) a permanecer en la ciudad para espolear a sus tropas y dar ejemplo al resto del país y a los infelices soldados rusos a ser muchas veces sacrificados contra las ametralladoras sin armas o en circunstancias penosas si no querían ser disparados sin compasión por la espalda por las tropas de los despiadados comisarios políticos rusos.

Estas tácticas terribles sin embargo comienzan a surtir efecto y ayudados por el incesante flujo de refuerzos rusos que llegan en transbordadores desde la otra orilla del Volga, los rusos enredan a los alemanes en feroces combates cuerpo a cuerpo, casa por casa, les tienden sangrientas emboscadas entre los escombros, los desmoralizan con la eficacia de sus francotiradores (entre los que sobresale Vasilly Zaitsev, al que interpreta Jude Law en la excelente "Enemigo a las puertas)" que despachan centenares de soldados pero especialmente oficiales, lo que va descabezando sus cadenas de mando, desgastándoles con un tipo de combate en el que no pueden utilizar ni su superioridad táctica ni el apoyo efectivo de sus panzers ni el de su aviación.
"la ciudad se cubrió de una atmósfera repulsiva y pútrida. La razón era obvia: los cadáveres de ambos bandos se descomponían bajo los escombros. La pestilencia y las enfermedades pronto se hicieron sentir."
Los altavoces rusos crispan los nervios de los alemanes y su ánimo emitiendo a todo volumen y sin cesar el sonido de un tictac de reloj y una voz clamando "cada siete segundos muere un soldado alemán en Stalingrado".

De esta forma, aunque los alemanes, ayudados por el 4º Ejército Panzer refuerzan su ofensiva y el 11 de noviembre tienen bajo su poder casi el 90% de la ciudad (algunas unidades incluso logran llegar al Volga), Stalin y el alto mando soviético empiezan a acumular divisiones de refresco que les ayuden a pasar al contraataque, atacando y arrollando los descuidados flancos del 6º Ejército, débilmente protegidos por tropas de los aliados rumanos y húngaros.

Así, el 19 de noviembre de 1942 y trás un terrible cañoneo artillero, 200 divisiones soviéticas atacan por el Norte y por el Sur de la ciudad para caer sobre la retaguardia germana, cortar sus líneas de suministro y posteriormente, cerrando las pinzas de la trampa, devolverles la táctica del kessel o "caldero", embolsamientos masivos de tropas que tan buenos resultados había dado a los generales alemanes al principio de la guerra.

Aunque la trampa tardaría aún en cerrarse, Hitler prohibió al general Von Paulus cualquier retirada de la ciudad sellando así su destino y el de su ejército. Las condiciones climáticas empeoraron y el General Invierno cayó con todo su poder sobre un ejército alemán poco preparado para resistirle. Las temperaturas cayeron hasta los -18 grados, lo que sumado a las enfermedades y la falta de alimentos (en diciembre comenzaron las muertes por inanición), deterioraron rápidamente a un ejército alemán que además veía cómo la aviación rusa iba borrando de los cielos a la Luftwaffe de Hermann Goering.

Éste había prometido personalmente a Hitler 500 toneladas de abastecimientos diarios al kessel pero que apenas llegó durante tres días a las 130 toneladas, desplomándose más tarde más abajo de esa cantidad. Asimismo, una contraofensiva de rescate del general Von Manstein que pretendía romper el cerco fue frenada rápidamente por los rusos.

El 25 de diciembre mueren más de 1200 soldados de hambre y frío, mientras los soviéticos hacen fiestas en la otra orilla del Volga que mortifican a los famélicos alemanes. El 8 de enero cae el aeródromo de Pitomnik, el último controlado por los alemanes, cortando completamente sus comunicaciones.

El 30 de enero Hitler, a quien la suerte de los hombres del 6º Ejército y parte del 4º Ejército Panzer embolsados en Stalingrado hacía tiempo que no le importaba mucho, nombra mariscal de campo a Von Paulus, auténtico caramelo envenenado ya que, en el mismo mensaje en que le notificaba su ascenso le sugería el suicidio ya que según afirmaba líneas más abajo, ningún mariscal de campo alemán ha sido nunca tomado prisionero. Ese humor negro que tenía Adolf.

Entre el 31 de enero y el 2 de febrero, tras terribles sufrimientos, sin comida, sin municiones, los 90.000 soldados alemanes supervivientes se entregan a las tropas soviéticas y comienzan su particular marcha de la muerte hacia Siberia. Los tres mil heridos que se resguardaban en el cuartel general germano son rematados por los rusos.

Termina la batalla.

La derrota de Stalingrado significó la pérdida de iniciativa del ejército alemán en la guerra con la Unión Soviética pues tuvieron casi 800.000 muertos, heridos y prisioneros por 1.500.000 de bajas los rusos. Sin embargo, Stalin contaba con unas casi inagotables reservas de tropas mientras que para los alemanes estas pérdidas de soldados y material de guerra eran irremplazables.

Esta victoria se convirtió en un símbolo para toda la Unión Soviética y sus aliados. Se dieron cuenta de que la antaño invencible Werhmacht de Hitler podía ser derrotada, de que podían bailar alrededor del terrible reptil y vencerlo.


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