Conocíamos el fake sobre la falsa llegada a la Luna porque de hecho lo tenemos como borrador de entrada para esta misma etiqueta sobre el fraude y el engaño y suponíamos algo parecido y más con las advertencias que en los días previos Évole había hecho de lo que íbamos a ver no era otro documental sobre el 23-F e insistía en lo de experimento, pero he de reconocer que según iba transcurriendo la cabeza se me llenaba de dudas y contradicciones y me dejé embaucar por la fabulación. Sólo en el momento en que se hace la pregunta sobre la misteriosa caja (ese mcguffin recurrente, siempre al lado del rey en las magnas ocasiones) mostrándola en la famosa imagen con el elefante muerto me dije qué cabrón el Évole, cómo nos la ha metido. Luego la confesión, la crítica y el debate y al día después, la polémica desatada y las acusaciones de traición o sacrilegio o las vanidades malheridas de algunos que se sintieron molestos por haberse dejado envolver por un rato en una ficción magníficamente perpetrada.
Para quien escribe, este exitoso y controvertido experimento televisivo es una prueba más del enorme talento del periodista catalán que ha sabido crear un metarrelato político que nos ha hecho reflexionar sobre aquel momento histórico, sobre nuestro cacareado sentido del humor, nuestra capacidad de creernos ciertas cosas, al menos de primeras, dependiendo de la credibilidad que nos inspire quién y cómo nos lo diga y nos ha recordado que muchos de los documentos clasificados de aquellos hechos no podrán consultarse hasta 25 años después de la muerte de los procesados por el conato golpista, lo que muestra cómo nuestros gobernantes siguen considerando al pueblo español inmaduro (o directamente gilipollas) para conocer la verdad de lo que ocurrió aquellos días de febrero de 1981. Pero sobre todo para darnos cuenta de que, en cuestión de fraudes, mentiras y falsedades, la realidad de nuestro país supera ampliamente a la más osada ficción, tercamente, cada día.
Operación Palace
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