Este 16 de noviembre se han cumplido 25 años del asesinato de Ignacio Ellacuría y otros cinco jesuitas por el ejército salvadoreño en la Universidad Centroamericana de El Salvador. Ellacuría, partidario y altavoz del diálogo con la guerrillla y la Teología de la Liberación y dado su prestigio intelectual y su valiente denuncia de la situación del país se había granjeado la enemistad de algunos sectores financieros y militares que le habían amenazado con insistencia para acallar su voz. El 16 de noviembre de 1989 sería asesinado por un pelotón del batallón Atlácatl de las Fuerzas Armadas de El Salvador, bajo las órdenes del entonces coronel René Emilio Ponce, en la residencia de la Universidad. Hace cinco años, nuestro programa periodístico de referencia En Portada trataba en un reportaje de responder algunas preguntas que entonces y ahora permanecen abiertas sobre este crimen que conmocionó a la iglesia y la sociedad salvadoreñas. En él, el periodista Evaristo Canete compartía la experiencia que vivió en 1989 y entrevistaba al general Ponce, presunto responsable de la matanza.
Ellacuría, crimen sin castigo
La guerra civil en El Salvador fue un conflicto largo y sangriento, por el que pasaron muchos de los mejores reporteros de guerra del momento y que se convirtió en parte de su memoria sentimental y profesional. Pero hoy El Salvador apenas ocupa espacio en los telediarios o en los periódicos. Cosas de la geoestrategia mundial, que ha trasladado el foco de los medios a países como Iraq o Afganistán y ha convertido a Centroamérica en una región medio olvidada informativamente hablando. Así que cuando el equipo de En Portada llegó a San Salvador tuve una curiosa sensación de salto en el tiempo. Además, íbamos a hurgar en el recuerdo de un episodio también casi olvidado, la matanza de los jesuitas en la Universidad Centroamericana, que ha vuelto a tener cierta actualidad al ser uno de los casos que investiga la Audiencia Nacional en virtud del cada vez más polémico principio de justicia universal.
El caso Ellacuría, eso fue evidente desde el primer momento, es un caso molesto, que se enmarca de lleno en el debate sobre la llamada memoria histórica, muy actual en España. Además, nosotros llegamos a hacer preguntas incómodas en un periodo sensible, durante la campaña electoral de las presidenciales. Fue muy significativo el silencio de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica y, sobre todo, de algunos políticos. Y fue curioso comprobar cómo el discurso de los que prefieren que no se sepa la verdad es siempre el mismo: No hay que reabrir heridas, hay que mirar hacia delante, es mejor no remover el pasado.
En una pequeña localidad al norte del país, llamada Ignacio Ellacuría en honor al sacerdote jesuita, dos humildes campesinas nos contaron cómo, al final de la guerra, sus hijos pequeños fueron masacrados en un bombardeo del Ejército. No está claro si fue deliberado o un error, pero casi 20 años después, ellas se mostraban dolidas sobre todo porque nunca nadie les ha pedido ni siquiera perdón. Esas madres, como muchos otros salvadoreños, no olvidan. Con su testimonio, que nos emocionó en muchos momentos, cobra su sentido la necesidad de mantener lo que llaman "memoria histórica". Sus heridas sólo se cerrarán cuando se conozca toda la verdad de lo que ocurrió en aquellos años.
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