lunes, 21 de marzo de 2011

Bosque (3) 2011, Año Internacional de los Bosques

Retomamos una de las primeras entradas de este blog cuando realizamos nuestro primer post sobre los bosques, volviendo nuestros ojos sobre un luminoso bosque indio, un lugar privilegiado, un ecosistema único en el mundo al convivir en él tres especies de grandes felinos (el tigre de Bengala, el león asiático y nuestro querido y ubicuo leopardo) y también lo hacíamos regresando a un oscuro bosque germano hace 2000 años en el que se perdió para siempre la ambición imperial romana de colonizar las tierras más allá del Rhin, lo que cambió para siempre la Historia de nuestro continente.

Dos años después, inmersos ya en el 2011, aprovechamos estos primeros días de primavera para presentar nuestra segunda entrada sobre los mismos. Este año ha sido declarado por la Asamblea General de la ONU como el Año Internacional de los Bosques, con el objetivo de concienciar a la opinión pública de que los bosques son esenciales para la sostenibilidad del planeta aunque sólo fuera por los enormes beneficios económicos, socioculturales y ambientales que directa e indirectamente nos proporcionan. Porque la situación actual de los bosques en el mundo es desoladora e inquietante.

A la imparable deforestación directa que se practica en el todo el mundo para urbanizar o dejar lugar a la ganadería y la agricultura extensivas, han de sumarse los devastadores efectos que causan en ellos el cambio climático global acarrea. Verbigracia, la sucesión casi sin precedentes, de dos terribles sequías sufridas por la Amazonia brasileña, santuario ecológico del mundo, en los años 2005 y 2010.

Cuenca amazónica

La coincidencia en apenas cinco años de dos de estos fenómenos de sequía extrema (que normalmente se daban una vez cada cien años), han provocado la emisión de miles de millones de toneladas de CO2 a causa de la muerte y putrefacción de millones de árboles, pérdida que a su vez alimentará el bucle de desequilibrios climáticos por todo el mundo.
Estas sequías masivas y pertinaces dejan los bosques vulnerables y pueden dar paso a tempestades de lluvia como las sufridas en 2005 que arrancaron 663 millones de árboles y que se prevé se sucederán en estos próximos meses. Como escribía el pasado 4 de febrero desde Rio de Janeiro el periodista del El País Juan Arias:
El temor de los expertos es que ambos fenómenos extremos -sequía y lluvias torrenciales- puedan acabar dañando definitivamente el bioma de aquella zona, uno de los más ricos del planeta, lo que supondría una pérdida irreparable. Basta recordar que la Amazonia brasileña concentra 100 billones de toneladas de carbono, la misma cantidad de la emitida por toda la Tierra en diez años.
La pregunta del millón es cuál es el motivo real de esa tragedia de sequía y tormentas sufridas por la Amazonia. Ningún científico ha sido capaz hasta ahora de dar una respuesta definitiva. Se acusa a los efectos del Niño, que actuó el año pasado y que ciertamente produjo sus efectos negativos, así como a una oscilación del Oceano Pacífico. Pero según declaraciones al diario O Globo del climatologista Marcos Heil Costa, harán falta aún muchos estudios para entender lo que está ocurriendo en la Amazonia.
La previsión, sin embargo, compartida esta vez por todos los climatologistas es que en las próximas décadas, la Amazonia, que ya sufre la mayor sequía desde hace cien años, seguirá sufriéndola, especialmente en los Estados de Mato Grosso y Pará, que ya están sufriendo una sequía persistente desde hace seis meses. Más aún, un aumento de la sequía como la que está en curso, llevaría a convertir a la frondosa Amazonia en una triste sabana. Sin vegetación, la Amazonia recibiría menos nubes, mientras que otros fenómenos como el Niño o el calentamiento del Océano Atlántico alejarían las nubes de aquella zona, fundamental para el equilibrio del Planeta.
Bosques mediterráneos. Sur de Europa
Y así por todas partes. Según un estudio del CSIC, en los últimos 20 años en el sur de Europa ha habido un significativo aumento de la frecuencia e intensidad de los periodos de sequía como consecuencia del cambio climático lo que ha duplicado la superficie defoliada en la copa de los árboles de los bosques mediterráneos, restándoles frondosidad (tienen menos hojas porque tienen menos agua), fenómeno que se ha detectado en todas las especies de arboles mediterráneos. Los expertos predicen un aumento de los impactos por sequías y olas de calor en el área mediterránea en esta zona durante las próximas décadas. Agarrense los machos pues.
Bosques tropicales. Borneo y Sumatra
También en los bosques tropicales de Extremo Oriente la situación es alarmante. Los incendios, el negocio de la pasta de papel, el aceite de palma de aceite y la madera están provocando la destrucción de los bosques y turberas de las islas indonesias de Java y Sumatra, causando más emisiones anuales de gases de efecto invernadero que toda Holanda, según alerta WWF/Adena.

Según los expertos, si la deforestación sigue avanzando a esta velocidad, ambas islas indonesias perderán por completo toda su superficie selvática en 2020.

Tanto Borneo como Sumatra cuentan, aún, con dos de las selvas tropicales más importantes del planeta. Sin embargo, en la actualidad (según datos de WWF), de toda la zona forestal que Borneo tenía en origen, queda practicable sólo la mitad; entre 2003 y 2007, la isla perdió una media de 1,15 millones de hectáreas de selva al año. En el caso de Sumatra, las cifras son igual de claras: en el período comprendido entre 1985 y 2007 se deforestaron cerca de 550.000 hectáreas por año.
Por supuesto, quienes primero sufren la traumática pérdida de su ecosistema son las especies animales salvajes que lo habitan y en estas islas es especialmente de lamentar, pues en ellas habitan algunas especies grave en peligro de extinción como son el orangután, la pantera nebulosa o el elefante y el tigre de Sumatra. Estos animales entran en conflicto directo con las comunidades humanas que los arrinconan, habiéndose dado ya varios ataques de elefantes y tigres a algunos poblados que ocupan sus antiguos territorios, lo que lleva indefectiblemente a su persecución y muerte.


Como hemos visto, la depredación humana y los trastornos climáticos que degradan los bosques provocan que estos vean reducida su capacidad y eficiencia en los procesos de fijación de carbono y merman su capacidad de atemperación del clima, lo que retroalimenta a su vez las dinámicas y los desequilibrios del calentamiento global, cuyas consecuencias golpean el mundo cada vez con más virulencia.

Es por ello que los bosques han de ser protegidos y mejor gestionados en todo el mundo, sumándonos a Greenpeace para que en este Año Internacional de los Bosques se cumplan algunas de las esperanzas de recuperación previstas.

Brasil e Indonesia esperan que su lucha contra la deforestación empiece a dar frutos este mismo año. La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna (CITES) espera que en este año se puedan ver los primeros resultados de los acuerdos adoptados en la reunión de las Partes de la Convención en Doha del 2010 en materia de cooperación para conservar los bosques del mundo.

En España, donde en los últimos años se observa una clara disminución de los incendios, existe una superficie forestal considerable pero marginada en la agenda política y en los presupuestos y donde además de la conservación es necesaria una correcta gestión forestal donde además de plantar se sepa cortar, reduciendo la densidad de muchas zonas con exceso de arbolado (sobre todo del pernicioso eucalipto). Un bosque bien gestionado es una fuente de bienes de consumo como la madera, el corcho, la resina, el papel o la biomasa.

Hay que encontrar el balance adecuado en la conservación de estos menguantes reductos de naturaleza, elementos fundamentales y equilibradores de nuestro mundo que cada vez hacemos más escasos, menos diversos, más domesticados, peores para la vida salvaje que lo habita, peores para la raza humana que tanto se beneficia de ellos.

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