En esta nueva entrada sobre las extinciones de nuestros tiempos ponemos foco sobre dos pueblos indígenas que han decidido plantar cara a su desaparición, enfrentándose con armas primitivas pero espíritu indomable a la marea civilizadora que todo lo engulle. Los Korubo, o “d’slala” (como se autodenominan) cuyas últimas poblaciones aún sobreviven en lo más profundo de la selva amazónica brasileña y los sentineleses, perdidos en una isla del archipiélago indio de Andamán, en el Golfo de Bengala, tienen razones sobradas para desconfiar del extraño civilizador.
Para conocerlos mejor integramos en nuestro post la entrada Korubo y Sentineleses: morir matando del muy recomendable blog Una antropóloga en la Luna. En ella la autora nos descubre por qué estos dos pueblos indígenas no han tenido otro remedio que defender su supervivencia a la fuerza pues han sido masacrados durante décadas por quienes ambicionan sus tierras y recursos.
A su entrada adjuntamos algunas imágenes y el documental Korubo, morir matando, del que habla la autora en su post y que fue programado por La2. En este gran documental de Luis Miguel Domínguez (asiduo en nuestro blog) es el primero realizado sobre estos indómitos indígenas amazónicos que habitan el Valle del Javarí (entre Colombia, Perú y Brasil) conocidos como "aplastacabezas" por tener la simpática costumbre de desfigurar a golpes la cabeza de sus enemigos con unos grandes palos de los que no se separan, pues piensan que en ella residen los malos espíritus (lo que tiene cierto sentido).
El naturalista madrileño, junto a su gran amigo Sydney Possuelo (de la FUNAI, Fundación Nacional del Indio) lograron contactar con los d'slala curando la malaria de su reina. En los nueve días que pudieron convivir con ellos descubrieron, tras vencer los primeros recelos, unas gentes afables, familiares y perfectamente adaptadas a la vida en la selva, que han sido perseguidas y arrinconadas durante décadas por buscadores de oro, madereros y compañías petrolíferas que ambicionan los tesoros de las tierras donde llevan siglos viviendo y a los que, como los sentineleses, no les ha quedado más remedio que defenderse, a muerte, de la extinción.
Korubo y Sentineleses: morir matando
Para conocerlos mejor integramos en nuestro post la entrada Korubo y Sentineleses: morir matando del muy recomendable blog Una antropóloga en la Luna. En ella la autora nos descubre por qué estos dos pueblos indígenas no han tenido otro remedio que defender su supervivencia a la fuerza pues han sido masacrados durante décadas por quienes ambicionan sus tierras y recursos.
A su entrada adjuntamos algunas imágenes y el documental Korubo, morir matando, del que habla la autora en su post y que fue programado por La2. En este gran documental de Luis Miguel Domínguez (asiduo en nuestro blog) es el primero realizado sobre estos indómitos indígenas amazónicos que habitan el Valle del Javarí (entre Colombia, Perú y Brasil) conocidos como "aplastacabezas" por tener la simpática costumbre de desfigurar a golpes la cabeza de sus enemigos con unos grandes palos de los que no se separan, pues piensan que en ella residen los malos espíritus (lo que tiene cierto sentido).
El naturalista madrileño, junto a su gran amigo Sydney Possuelo (de la FUNAI, Fundación Nacional del Indio) lograron contactar con los d'slala curando la malaria de su reina. En los nueve días que pudieron convivir con ellos descubrieron, tras vencer los primeros recelos, unas gentes afables, familiares y perfectamente adaptadas a la vida en la selva, que han sido perseguidas y arrinconadas durante décadas por buscadores de oro, madereros y compañías petrolíferas que ambicionan los tesoros de las tierras donde llevan siglos viviendo y a los que, como los sentineleses, no les ha quedado más remedio que defenderse, a muerte, de la extinción.
Korubo y Sentineleses: morir matando
Una antropóloga en la Luna 07/09/2011
Los Korubo
Mientras los reporteros se encontraban en uno de estos puestos de control de la Fundación Nacional del Indígena (Funai), situado entre los ríos Itaqui e Itui, a la espera de acercarse a los korubo, oyeron unos desgarradores gritos de socorro.
"La tranquilidad se rompió. Varios miembros de esta tribu aparecieron de forma repentina pidiendo ayuda para su reina, Maia, de la que decían que estaba en trance de muerte" relata Carmelo Encinas, director del canal de televisión Localia y miembro de la expedición.
Luis Miguel Domínguez (responsable de series documentales como Vietnam, vida tras la muerte, Amazonia, última llamada), Sydney Possuelo (jefe del centro de control) y una enfermera salieron en su ayuda. Emprendieron la marcha hacia el poblado, que se reduce a una maloca, cabaña de 140 metros cuadrados en la que viven unas 20 personas. Allí encontraron a Maia inconsciente. La reina de la tribu padecía un ataque muy fuerte de malaria.
Tras una larga caminata por la selva y una hora de navegación llegaron al centro de control, donde Maia fue atendida por la enfermera Maria das Gracias: “Yo no tengo al cien por cien ganada la confianza. Nadie tiene la plena confianza de los Korubo. Porque a ellos les cuesta confiar en los blancos. Yo tengo más dificultades para explicar a los míos, a los blancos, esta nueva situación, que a los Korubo. Porque ellos confían en los blancos desarmados y que se quedan aquí, que se dedican a ellos. Sin embargo en la sociedad blanca, por más que les explicas sólo piensan: nos abandona para vivir con los asesinos, que así es como se ven a los Korubo”
Los Korubo son conocidos como “caceteiros” (golpeadores) por sus largos palos que llevan siempre consigo para defenderse, y como los aplastacabezas: "Tienen la costumbre de machacar las cabezas de sus víctimas hasta desfigurarlas porque así alejan los espíritus de los enemigos", explica Encinas. Como otras muchas tribus, han tenido innumerables y sangrientos enfrentamientos con los madereros y buscadores de oro, de los que han tenido que defenderse después de sufrir continuas masacres que diezmaron drásticamente su población.
De acuerdo con la Funai, el registro más antiguo de una masacre de los Korubo está fechado en 1928, cuando más de 40 Korubo murieron. A fines del siglo XIX y principios del XX, comenzó la explotación económica al interior del Valle del Javari con la extracción del caucho. Muchos indios fueron obligados a trabajar en esta actividad como esclavos.
La expansión de la actividad maderera desde los años 50 hizo que el ejército los reprimiera duramente en favor de los empresarios. En la década de los años 70, un área considerable del interior del Valle estaba ocupada por ribeirinhos (poblaciones pescadoras de las márgenes de los ríos), quienes explotaban la mano de obra de los “indios dóciles” y exterminaban a aquellos grupos que demostraban resistencia, o “indios bravos” como los korubo.
Por si fuera poco, durante el mismo período, Petrobrás (empresa brasileña de generación de energía) inició una investigación de prospección sísmica, caracterizada por raleos en la selva y explosiones, obligando a los grupos aislados, entre ellos los Korubo, a dispersarse. Parece que a partir de entonces, decidieron que la única manera de sobrevivir era defenderse: morir matando, provocando la muerte a varios funcionarios, en respuesta a otros ataques y muertes perpetradas a sus miembros (en una ocasión mediante harina envenenada).
Mirándolo así, parece que la fama debería ser de “insubordinados” y no tanto de asesinos. Pero para ellos incluso el nombre korubo les parece despectivo: “A sí mismos no se llaman Korubo, sino “d’slala”, (el pueblo pescador). Mucha gente se pregunta por la esperanza de estos pueblos mal llamados primitivos. Pero son personas bien alimentadas y perfectamente integradas en su medio natural, ¿todos pueden decir lo mismo? Hoy cuatro hombres han pescado a mano, sin esfuerzo, 60 kilos de pescado para todos los miembros de su pueblo, a disfrutar a partes iguales” relata Luis Miguel Domínguez en el documental.
Mientras los reporteros se encontraban en uno de estos puestos de control de la Fundación Nacional del Indígena (Funai), situado entre los ríos Itaqui e Itui, a la espera de acercarse a los korubo, oyeron unos desgarradores gritos de socorro.
"La tranquilidad se rompió. Varios miembros de esta tribu aparecieron de forma repentina pidiendo ayuda para su reina, Maia, de la que decían que estaba en trance de muerte" relata Carmelo Encinas, director del canal de televisión Localia y miembro de la expedición.
Luis Miguel Domínguez (responsable de series documentales como Vietnam, vida tras la muerte, Amazonia, última llamada), Sydney Possuelo (jefe del centro de control) y una enfermera salieron en su ayuda. Emprendieron la marcha hacia el poblado, que se reduce a una maloca, cabaña de 140 metros cuadrados en la que viven unas 20 personas. Allí encontraron a Maia inconsciente. La reina de la tribu padecía un ataque muy fuerte de malaria.
Tras una larga caminata por la selva y una hora de navegación llegaron al centro de control, donde Maia fue atendida por la enfermera Maria das Gracias: “Yo no tengo al cien por cien ganada la confianza. Nadie tiene la plena confianza de los Korubo. Porque a ellos les cuesta confiar en los blancos. Yo tengo más dificultades para explicar a los míos, a los blancos, esta nueva situación, que a los Korubo. Porque ellos confían en los blancos desarmados y que se quedan aquí, que se dedican a ellos. Sin embargo en la sociedad blanca, por más que les explicas sólo piensan: nos abandona para vivir con los asesinos, que así es como se ven a los Korubo”
Los Korubo son conocidos como “caceteiros” (golpeadores) por sus largos palos que llevan siempre consigo para defenderse, y como los aplastacabezas: "Tienen la costumbre de machacar las cabezas de sus víctimas hasta desfigurarlas porque así alejan los espíritus de los enemigos", explica Encinas. Como otras muchas tribus, han tenido innumerables y sangrientos enfrentamientos con los madereros y buscadores de oro, de los que han tenido que defenderse después de sufrir continuas masacres que diezmaron drásticamente su población.
De acuerdo con la Funai, el registro más antiguo de una masacre de los Korubo está fechado en 1928, cuando más de 40 Korubo murieron. A fines del siglo XIX y principios del XX, comenzó la explotación económica al interior del Valle del Javari con la extracción del caucho. Muchos indios fueron obligados a trabajar en esta actividad como esclavos.
La expansión de la actividad maderera desde los años 50 hizo que el ejército los reprimiera duramente en favor de los empresarios. En la década de los años 70, un área considerable del interior del Valle estaba ocupada por ribeirinhos (poblaciones pescadoras de las márgenes de los ríos), quienes explotaban la mano de obra de los “indios dóciles” y exterminaban a aquellos grupos que demostraban resistencia, o “indios bravos” como los korubo.
Por si fuera poco, durante el mismo período, Petrobrás (empresa brasileña de generación de energía) inició una investigación de prospección sísmica, caracterizada por raleos en la selva y explosiones, obligando a los grupos aislados, entre ellos los Korubo, a dispersarse. Parece que a partir de entonces, decidieron que la única manera de sobrevivir era defenderse: morir matando, provocando la muerte a varios funcionarios, en respuesta a otros ataques y muertes perpetradas a sus miembros (en una ocasión mediante harina envenenada).
Mirándolo así, parece que la fama debería ser de “insubordinados” y no tanto de asesinos. Pero para ellos incluso el nombre korubo les parece despectivo: “A sí mismos no se llaman Korubo, sino “d’slala”, (el pueblo pescador). Mucha gente se pregunta por la esperanza de estos pueblos mal llamados primitivos. Pero son personas bien alimentadas y perfectamente integradas en su medio natural, ¿todos pueden decir lo mismo? Hoy cuatro hombres han pescado a mano, sin esfuerzo, 60 kilos de pescado para todos los miembros de su pueblo, a disfrutar a partes iguales” relata Luis Miguel Domínguez en el documental.
La recuperación de Maiá allanó el camino e hizo que los korubo, pese a su carácter hostil y receloso, abrieran a los reporteros las puertas de su pequeña aldea. "Antes de ir sabíamos que podíamos volver sin ninguna imagen. Era un gran riesgo, pero hemos tenido la suerte de haber filmado por primera vez a miembros de esta tribu", dice Encinas.
Durante los nueve días que estuvieron con los korubo se mostraron afables y les permitieron grabar imágenes inéditas, como la pesca de una mortal anguila eléctrica, la caza de monos y otras muchas habilidades para subsistir en la Amazonía, manteniendo siempre un gran respeto por la naturaleza: “Los d’slala recorren con sumo cuidado la playa alta donde las tortugas hicieron su puesta. Con los talones palpan el lecho hueco del ribazo, y cogen solo un 5% de los huevos que cada tortuga sembró. Después tapan de nuevo el nido. Hay que cuidar el mañana y estos cazadores recolectores no reconocen el verbo “esquilmar” No van a traicionar a la naturaleza que les da la vida.” explican en el documental. De esta historia surgió un gran documental, de calidad, pero sobre todo muy humano: “Los Korubo: morir matando” de Luis Miguel Domínguez.
Los Sentineleses
Los sentineleses viven en su pequeña isla, Sentinel del Norte, en el archipiélago indio de Andamán, en el golfo de Bengala. Son una de las etnias indígenas andamanesas. Se cree que estos pueblos viajaron desde África hace unos 60.000 años. Desde entonces han vivido prácticamente sin contacto con otros pueblos, lo que les convierte en una de las etnias más aisladas y particulares del mundo y también una de las más hostiles. Ya en el siglo XIII, Marco Polo escribió sobre ellos: “si un extranjero llega a sus tierras lo matan inmediatamente y acto seguido se lo comen”.
Hoy por hoy, continúan resistiéndose a cualquier contacto con foráneos, atacando a cualquiera que se acerca. No es extraño esta actitud, ya que a finales de los 80 y principios de los 90, rescatadores de naufragios armados acudieron a Sentinel del Norte para recuperar hierro y otros restos de un naufragio, asesinando a muchos sentineleses. "Los sentineleses viven bajo el terror constante a los cazadores furtivos fuertemente armados. Sólo se estaban defendiendo con arcos y flechas y piedras de la única manera que ellos conocen." RK Tiwari, padre de Pandit Tiwari, que murió a manos de los sentineleses.
En un censo parcial de 2001 se contaron 39 personas, aunque se cree que rondaban las 250. Algunas estimaciones daban hasta 500 individuos. (Nada sorprendente, teniendo en cuenta que sus vecinos los Granandameses pasaron de ser de 5000 miembros a sólo 41 después del "contacto") No hay nadie que hable su lengua fuera de su comunidad, o que sepa siquiera cómo se denominan a sí mismos. Cazan y recolectan en la selva, y pescan en las aguas costeras de su isla. Viven en grandes casas comunales con múltiples hogares y utilizan canoas con batanga para navegar por el mar.
Son muy escasas las ocasiones en que se han dejado ver ante las cámaras. Les vimos en los titulares de todo el mundo debido al tsunami de 2004 cuando un miembro de la tribu fue fotografiado mientras disparaba flechas a un helicóptero. En los años 90, embarcaciones indias se acercaron a sus costas y grabaron uno de los pocos contactos que se han tenido con esta tribu, visitas amistosas en las que les dejaban cocos de regalo. La mayoría de las veces, los sentineleses se limitaron a disparar sus flechas contra el barco; sólo en contadas ocasiones aceptaron el regalo. El Gobierno indio ha realizado varios intentos fallidos de establecer contacto “amistoso” con los sentineleses. El contacto con la tribu habría tenido, con casi total seguridad, consecuencias catastróficas, ya que su aislamiento les hace muy vulnerables a enfermedades contra las que no tienen inmunidad.
El Gobierno ahora dice que no volverá a intentar contactarles. Pero desde que las aguas cercanas a la costa de la reserva jarawa han sido tan utilizadas por los furtivos, estos pescadores ilegales ahora se están moviendo hacia las aguas que rodean Sentinel del Norte. En 2006 miembros de los sentineleses mataron a dos pescadores que se habían acercado a su isla, de manera ilegal ya que está prohibido aproximarse a menos de cinco kilómetros a la isla. El trágico incidente evidenció la ineficacia del Gobierno de la India en la protección y defensa de los derechos territoriales de todos los pueblos indígenas de las Islas Andamán.
Según las informaciones de la Asociación para los Pueblos Amenazados (APA), el gobierno indio espera poder proteger mejor a los habitantes de las costas de posibles catástrofes naturales o maremotos aprendiendo y estudiando los sistemas de alerta tradicionales de los pueblos indígenas. Mientras en el archipiélago de Andaman y Nicobar murieron miles de personas en el tsunami de diciembre de 2004, parece que el número de los muertos entre las poblaciones indígenas fue sensiblemente menor. Todo indica que los indígenas supieron interpretar correctamente la retirada del mar antes de la primera ola, el griterío de los pájaros y otros fenómenos naturales extraordinarios y hayan buscado refugio.
Durante los nueve días que estuvieron con los korubo se mostraron afables y les permitieron grabar imágenes inéditas, como la pesca de una mortal anguila eléctrica, la caza de monos y otras muchas habilidades para subsistir en la Amazonía, manteniendo siempre un gran respeto por la naturaleza: “Los d’slala recorren con sumo cuidado la playa alta donde las tortugas hicieron su puesta. Con los talones palpan el lecho hueco del ribazo, y cogen solo un 5% de los huevos que cada tortuga sembró. Después tapan de nuevo el nido. Hay que cuidar el mañana y estos cazadores recolectores no reconocen el verbo “esquilmar” No van a traicionar a la naturaleza que les da la vida.” explican en el documental. De esta historia surgió un gran documental, de calidad, pero sobre todo muy humano: “Los Korubo: morir matando” de Luis Miguel Domínguez.
Los Sentineleses
Los sentineleses viven en su pequeña isla, Sentinel del Norte, en el archipiélago indio de Andamán, en el golfo de Bengala. Son una de las etnias indígenas andamanesas. Se cree que estos pueblos viajaron desde África hace unos 60.000 años. Desde entonces han vivido prácticamente sin contacto con otros pueblos, lo que les convierte en una de las etnias más aisladas y particulares del mundo y también una de las más hostiles. Ya en el siglo XIII, Marco Polo escribió sobre ellos: “si un extranjero llega a sus tierras lo matan inmediatamente y acto seguido se lo comen”.
Hoy por hoy, continúan resistiéndose a cualquier contacto con foráneos, atacando a cualquiera que se acerca. No es extraño esta actitud, ya que a finales de los 80 y principios de los 90, rescatadores de naufragios armados acudieron a Sentinel del Norte para recuperar hierro y otros restos de un naufragio, asesinando a muchos sentineleses. "Los sentineleses viven bajo el terror constante a los cazadores furtivos fuertemente armados. Sólo se estaban defendiendo con arcos y flechas y piedras de la única manera que ellos conocen." RK Tiwari, padre de Pandit Tiwari, que murió a manos de los sentineleses.
En un censo parcial de 2001 se contaron 39 personas, aunque se cree que rondaban las 250. Algunas estimaciones daban hasta 500 individuos. (Nada sorprendente, teniendo en cuenta que sus vecinos los Granandameses pasaron de ser de 5000 miembros a sólo 41 después del "contacto") No hay nadie que hable su lengua fuera de su comunidad, o que sepa siquiera cómo se denominan a sí mismos. Cazan y recolectan en la selva, y pescan en las aguas costeras de su isla. Viven en grandes casas comunales con múltiples hogares y utilizan canoas con batanga para navegar por el mar.
Son muy escasas las ocasiones en que se han dejado ver ante las cámaras. Les vimos en los titulares de todo el mundo debido al tsunami de 2004 cuando un miembro de la tribu fue fotografiado mientras disparaba flechas a un helicóptero. En los años 90, embarcaciones indias se acercaron a sus costas y grabaron uno de los pocos contactos que se han tenido con esta tribu, visitas amistosas en las que les dejaban cocos de regalo. La mayoría de las veces, los sentineleses se limitaron a disparar sus flechas contra el barco; sólo en contadas ocasiones aceptaron el regalo. El Gobierno indio ha realizado varios intentos fallidos de establecer contacto “amistoso” con los sentineleses. El contacto con la tribu habría tenido, con casi total seguridad, consecuencias catastróficas, ya que su aislamiento les hace muy vulnerables a enfermedades contra las que no tienen inmunidad.
El Gobierno ahora dice que no volverá a intentar contactarles. Pero desde que las aguas cercanas a la costa de la reserva jarawa han sido tan utilizadas por los furtivos, estos pescadores ilegales ahora se están moviendo hacia las aguas que rodean Sentinel del Norte. En 2006 miembros de los sentineleses mataron a dos pescadores que se habían acercado a su isla, de manera ilegal ya que está prohibido aproximarse a menos de cinco kilómetros a la isla. El trágico incidente evidenció la ineficacia del Gobierno de la India en la protección y defensa de los derechos territoriales de todos los pueblos indígenas de las Islas Andamán.
Según las informaciones de la Asociación para los Pueblos Amenazados (APA), el gobierno indio espera poder proteger mejor a los habitantes de las costas de posibles catástrofes naturales o maremotos aprendiendo y estudiando los sistemas de alerta tradicionales de los pueblos indígenas. Mientras en el archipiélago de Andaman y Nicobar murieron miles de personas en el tsunami de diciembre de 2004, parece que el número de los muertos entre las poblaciones indígenas fue sensiblemente menor. Todo indica que los indígenas supieron interpretar correctamente la retirada del mar antes de la primera ola, el griterío de los pájaros y otros fenómenos naturales extraordinarios y hayan buscado refugio.
En Tailandia e India, donde los indígenas siempre han sido discriminados por ser "primitivos", la sorpresa ahora es grande pues resulta que los conocimientos tradicionales pudieron más que los del "mundo moderno". Se espera que desde ahora en adelante se tome en serio a los pueblos indígenas y a sus profundos conocimientos de la naturaleza.
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